Las ciencias ecológicas y el alba se llevan muy bien. Especialmente cuando se desea observar fauna. Partimos temprano rumbo a la selva, con el objeto de monitorear poblaciones de monos y otros animales. Nuestra ruta por supuesto es el río Samiria, el que remontamos suave y tempranamente. Y el río se abrió a nosotros de manera espectacular. Como una amante amiga. Cientos y miles de aves acuáticas, cormoranes, bajaban en ordenada formación hacia la boca del Samiria, para disfrutar allí del raudal de comida que baja por el rio en esta breve y prodigiosa época del año. Centinelas aéreos, hermosos y sobrecogedores. ¡Tanta vida que abruma!
Entramos al bosque con grandes ganas y como ocurre rara vez: encontramos lo que buscábamos. El agua transformada en una infinita y húmeda variedad de vida. Los más espectaculares árboles se aferran al delicado suelo con tanta fuerza que impacta. Raíces gaudianas sostienen estas catedrales de madera, y les permiten alcanzar su dios sol, y resistir de paso la tentación de entregarse al agua que se empeña en ahogarlos por meses y meses.
La fauna es la corona de este reino: aves, monos, ardillas, roedores, mariposas azules, grandes, pequeñas, hormigas, termitas, y caracoles babosos! peces, avispas, abejas, ranas, lagartijas, y todo lo demás que no podemos ver, pero cuya fuerza flota en el aire y entra en nuestros cuerpos a medida que la respiramos.
La gran fuerza de esta experiencia está, como en todo lo demás, en la visión que la sustenta y la gente que la implementa. Este viaje a Pacaya-Samiria fue concebido por la Red de la Alta Dirección y Wildlife Conservation Society. Dos miradas...competencia-mutualismos, empuje con cooperación...ambos motores necesarios para la conservación y la sustentabilidad.
Fotos Pablo Puertas
1 comentario:
Buena junta Bárbara; como será esa conversación entre la alta dirección y ese árbol gigantesco que muestras en la foto, intermediado por ustedes.
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