Quizá el mayor descubrimiento que espera ser revelado a nuestra sociedad es el hecho que somos naturaleza. Y como tal, el bienestar humano depende de su cuidado, manteniendo la integridad de la vida natural sobre la tierra y bajo el mar. Especialmente en un país como el nuestro, que basa su desarrollo en el uso productivo de recursos naturales, los que a la vez dependen de ecosistemas naturales sanos y pujantes.
Como digo, este descubrimiento no ha sido aún develado, aun
cuando la protección y resguardo de la naturaleza chilena fue un compromiso de
la nación ante las puertas de la OCDE y determinó la creación del Ministerio de
Medio Ambiente. La reforma a la
institucionalidad ambiental no está completa sin un Servicio Nacional de
Biodiversidad y Áreas Protegidas, que permita reconocer, valorar, promover y
gestionar la biodiversidad chilena de manera integral. Por ello, en el 2014 fue
presentado el proyecto de Ley que crea este servicio.
El envío de este proyecto fue uno de los compromisos de la
actual administración, y su aprobación permitirá cerrar este círculo de
modernización de la institucionalidad ambiental nacional. Poniendo a Chile a la
altura de los países desarrollados, o al menos equiparar a países vecinos como
Colombia, Perú, México, por mencionar algunos. Este proyecto está ahora en
manos de la comisión del Senado, quienes están revisando centenas de
indicaciones, a la espera de los resultados de la consulta indígena pertinente.
Sin ser perfecto, el proyecto establece un único sistema
nacional de áreas protegidas que permita integrar iniciativas públicas y
privadas, define principios clave como participación, precaución, identifica
bienes críticos para comunidades como servicios ecosistémicos, promueve
investigaciones pertinentes, define acciones de fiscalización, establece
estándares para compensaciones en biodiversidad, estimula el desarrollo de
planes de restauración de ecosistemas degradados, entre otros. Estos son aspectos necesarios de reconocer y
desplegar frente a la degradación de nuestro territorio y las presiones sobre
recursos que se acentúan con el cambio climático.
Dada la complejidad inherente a la biodiversidad, sumada al
embrollo que significa su gestión en un Estado altamente sectorial, todo
precariamente sostenido en gigantescos niveles de ignorancia sobre el valor y
necesidad de conservar biodiversidad, y brutales niveles de desconfianza
nacional, necesitamos de nuestra legislatura, la visión y el compromiso
necesarios para dar este primer y gigantesco paso hacia la dirección correcta.
Teniendo profundo entendimiento del valor de nuestra
biodiversidad para el bienestar de los chilenos, habiendo acumulado miles de
kilómetros de conocimiento en la práctica de la conservación en ámbitos
públicos y privados, tanto locales y nacionales como internacionales, habiendo
participado de asesorías a diferentes gobiernos en torno a este proyecto, invito
al mundo político, a científicos, gestores de sustentabilidad y al sector
privado –que clama por reglas claras- a apoyar la tramitación de este proyecto,
contribuyendo de manera positiva y eficaz a su aprobación, para que Chile pueda
valorar y desde allí gestionar de manera efectiva su naturaleza soberana.
Extracto publicado en La Segunda, 23/1/2017
1 comentario:
Buena Bárbara; sigue que se puede !
Saludos
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