Herbert Pointing, fotógrafo de expedición de Scott |
Un período tan dramático como apasionante es la Edad Heroica de las exploraciones a las Antártida, donde una serie de personajes locamente visionarios, dieron lo mejor de si mismos para acercar este lejano continente a nuestro mundo. Y abrir con ello grandes avenidas para su conocimiento y conservación.
Tres iconos de este período: Amundsen, Scott y Shackleton, reflejan tres intentos, tres formas y una serie de valores tan potentes como inspiradores. Amundsen, de origen noruego, fue el primero en llegar al Polo Sur. Fruto de una planificación acuciosa, de un celo exacerbado, su viaje fue una limpia estocada al corazón del blanco continente.
El inglés Scott por su parte, falló en alcanzar primeramente el Polo Sur y en retornar sano y salvo a su país. A pesar de ello, el bello registro de su travesía ha servido como fuente enorme de inspiración a generaciones futuras, además de gatillar investigaciones potentes en la zona. Por último, nuestro bien conocido Schackleton, marcó el cierre de este heroico período de exploraciones. Con la intención no cumplida de cruzar todo el continente, su mayor logro fue sobreponerse a la adversidad, navegar los peores mares del mundo en un falucho y conseguir ayuda para rescatar intacta a toda su tripulación. Un magnífico ejemplo de coraje, compromiso y generosidad, inspirador como pocos eventos de nuestra humanidad.
Terminando un peculiar año de mi vida, regresando de mi un aún más peculiar viaje a Londres, inevitablemente caigo en la reflexión de nuestro trabajo de conservación en Karukinka, Tierra del Fuego.
En una época de la humanidad en que enfrenta el que quizá es su más grande y más desconocido desafío: conservar la vida de nuestra naturaleza, permitiéndole brindar bienestar a nuestra raza, no puedo sino pensar en este viaje que iniciamos hace ocho años en Karukinka como una gran travesía. Un camino hacia la exploración de territorios reales y mentales, para conocer por un lado la potente natura chilena, y por otro derribar los límites (auto)impuestos para protegerla.
Imagino hoy nuestra tarea vista cien años en el futuro. Espero que antes de esos cien años podamos definitivamente abrazar la conservación de nuestra biodiversidad como la llave más importante y eficaz para abrir la puerta a nuestro futuro. Tal como en el nacimiento del trabajo antártico, nuestros pasos balbuceantes de hoy quizá sean vistos como un trabajo heroico.
En un país todavía ciego a la conservación, con escaso desarrollo humano, con exiguo financiamiento, a la vez con una tarea tan titánica como necesaria (y bella), tengo hoy la sensación que nuestro camino está siendo labrado a pulso. Con coraje, visión, entrega y compromiso por parte de nuestra gente. Con entusiasmo, desconfianza y curiosidad por parte de tantos otros. A lo largo de estos años hemos ido dando un paso tras otro. En este árido espacio nacional de sustentabilidad.
No sé cuál sea mi destino en esta ruta. Sólo espero poder alcanzar nuestro Sur. Sólo sé que hacemos lo imposible por traer a todos. Cada uno de nosotros como valioso individuo, a la vez que un nodo más de este gran equipo. Y finalmente tengo la certeza que podremos abrir esta ruta sólo si contamos con la ayuda y generosidad de muchos. Hoy la necesitamos para poder llegar a mañana.
Mi tarea para este nuevo año de mi vida es justamente esa: conseguir el auxilio necesario para completar airosamente nuestro paso en este derrotero. Para seguir avanzando. Para avanzar con todos. Para abrir la ruta a los que vienen....
Todas las fotos son de Ricardo Muza, Fotógrafo de la Expedición de Karukinka.