viernes, 23 de septiembre de 2016

Yo soy Yaya, un homenaje e invitación a ecólogas chilenas*

¡La Sociedad de Ecología de Chile está de fiesta!

Porque este año y por octava vez se entrega el premio Patricio Sánchez. Este reconocimiento fue instaurado en el año 1999 para honrar a aquellos socios que han tenido una trayectoria societaria generosa,  a la vez que desarrollaban una labor disciplinaria sobresaliente.

Este galardón lleva el nombre del destacado naturalista chileno,  Patricio Sánchez Reyes, quien fue Profesor de la Pontificia Universidad Católica de Chile y un pilar en el desarrollo de las ciencias ecológicas chilenas. Un gran formador de mentes científicas, y demostradamente comprometido con el desarrollo de la institucionalidad científica nacional.

Este reconocimiento ha sido recibido  por un listado honroso de ecólogos chilenos incluyendo:
Ernst Hajek, Carlos Moreno, Fabián Jaksic, Juan Carlos Castilla, Javier Simonetti, Francisco Bozinovic y Julio Gutiérrez.

Hoy día, en el marco de esta Sexta Reunión Binacional de Ecología, el Premio Patricio Sánchez se entrega por primera vez a una ecóloga: Audrey Grez.

Audrey Grez, cuyo verdadero nombre es Yaya, me ha pedido que la presente. ¡Me siento profundamente honrada por eso, y quizá más feliz que la galardonada misma!

Yaya es una científica compleja y generosa. Compleja porque no sólo tiene formación sólida en la disciplina, sino que es una eximia entomóloga, y como pocos todavía en Chile, cuenta con una profunda práctica en el campo de la agroecología y conservación.

Esta confluencia de saberes tanto teóricos como prácticos, han hecho de la carrera de Yaya un raro y bello ejemplo multidimensional de las ciencias ecológicas. Que Yaya generosamente ha dispuesto y compartido con la comunidad chilena a través de su activa (demasiado quizá) participación en los espacios de su facultad y universidad, sociedades científicas, organización de eventos científicos, apoyo en comités editoriales, por nombrar algunos, con los que se ha involucrado activa, positiva y eficazmente lo largo de su trayectoria.

En lo más básico, el trabajo de Yaya y su aporte a las ciencias ecológicas chilenas puede resumirse en la historia de un lavalozas, de unos miles de repollos y de pintura para uñas.

Cuando vi a Yaya en acción por primera vez, su objetivo era conocer y entender los ensambles de insectos del ambiente mediterráneo en Chile central, uno de los más degradados de nuestro continente. En decenas de trampas acuosas, distribuidas estratégicamente en estos retazos de natura, la clave para abatir la entomofauna  estaba en colocar unas gotas de lavalozas, y romper así la tensión superficial del mortal líquido, permitiendo el hundimiento del desdichado artrópodo en las fauces de su ciencia.

Casi 30 años han transcurrido desde ese primer encuentro…ella imbuida en una lupa, ordenando y contando los miles de artrópodos capturados en este paupérrimo suelo mediterráneo… opinando sin levantar la vista de esto y aquello. Con más canas de las que tiene hoy, Yaya auguraba una exitosa carrera como científica.

A lo largo de los años y para mi continuo deleite y sorpresa, Yaya construía la ecología de estos ecosistemas fragmentados, a la vez que escudriñaba la existencia de las decenas de miles de bichos capturados. De hecho, el efecto de la fragmentación de los hábitats sobre las comunidades ha sido una de las preguntas recurrentes en su tarea científica.

Y para abordarlo de manera más sólida, levantó experimentos monumentales y laboriosos, reflejo sincero de su personalidad y capacidad. Desplegó hectáreas y hectáreas de repollos, que distribuidos en configuraciones espaciales especiales, se transformaban en los más extraordinarios “tubos de ensayo” que las ciencias agro-ecológicas nacionales hayan conocido hasta la fecha.

Tal como las grandes obras de la humanidad, el alto vuelo de sus experimentos sólo podía apreciarse desde el cielo.  Y tal como cada una de esas obras prodigiosas, Yaya edificó esa labor en base a un trabajo minucioso y persistente, que incluyó el marcaje de decenas de miles de Coccinélidos –o chinitas- inicialmente con pintura de uñas, para luego modernizarse y utilizar otros tintes más sofisticados.

Un multicolor foco que le permitiría abordar la gran pregunta de la fragmentación, en el gran y necesario contexto de la conservación de biodiversidad, en el tremendamente  degradado ecosistema Mediterráneo chileno.

Yaya ha anidado su carrera en la Universidad de Chile, su alma mater desde sus estudios de pregrado. Donde además desarrolló sus estudios de postgrado, para luego iniciar su trabajo como académica  en el año 1992 en la Facultad de Ciencias Veterinarias y Pecuarias, donde ejerce como Profesora Titular desde el año 2010.

La inmensa obra de sus experimentos se refleja en su nutrida lista de publicaciones, participación en congresos, cursos de pre y postgrado, todo sustentado en sendos y permanentes proyectos de investigación. Necesarios para financiar las plantaciones de repollos y otras hierbas.

Siempre en movimiento, Yaya continúa expandiendo su quehacer, incorporando trabajos en otras latitudes como el Beni, el bosque Maulino, y más recientemente nuestra querida Patagonia.

Ampliando su frontera conceptual a las especies invasoras, y poniendo en marcha todo un movimiento para llamar la atención sobre el flagelo que estas especies foráneas ejercen sobre los ecosistemas nativos y productivos… Yaya está permanentemente conectando con la vida más allá de la academia y las ciencias. Intentando vincular el mundo de la ecología, a través del diseño y uso de herramientas de internet y más, con ese vasto y extraño espacio fuera de la academia. Un esfuerzo innovador para salvar la fragmentación o abismo existente entre el conocimiento docto y el resto.

Todo el monumental trabajo de Yaya se amplifica cuando se mira su labor formadora. Sin aspaviento. Con total compromiso y entrega, tal como lo tuvo Patricio Sánchez, se dispuso a aportar a la construcción de las ciencias más allá del trabajo de laboratorio. Dedicando tiempo honesto y comprometido con la construcción del entramado tan humano como necesario que sostiene, promueve y da cuenta de las ciencias en nuestros países.

Es así que lo largo de los años Yaya ha dirigido más de 45 tesis de pregrado y 15 de postgrado –maestría, doctorado, postdoctorado- acumulando capital humano de alta calidad, que hoy aporta y nutre la construcción de las ciencias ecológicas y de la conservación en diferentes universidades, centros de estudio, agencias gubernamentales, empresa privada, no sólo en Chile, sino en otros confines de Latinoamérica. Este aspecto formativo de su historia tiene un lindo capítulo cuando Yaya se involucró en un proyecto escolar, en un Liceo de mujeres de Santiago, que terminó enviando coccinélidos al espacio y a las estudiantes chilenas a visitar la NASA.

Este esfuerzo formador es reconocido por sus numerosos estudiantes, los que al enterarse de esta nominación no sólo enviaron saludos directos a la galardonada, sino que me entregaron su testimonio, para que yo pudiera compartirlo hoy aquí con ustedes. Reconocen y agradecen su capacidad, dedicación, implacabilidad y compromiso con la formación científica. Esa formación sólida como roca es la que hoy sostiene en cada uno de ellos sendas carreras.

De dichas experiencias surge otra metáfora, pues muchos de sus estudiantes reconocieron que Yaya podría resultar de buenas y primeras, a lo menos intimidante. Su forma directa, sin floreos ni anestesias, al mentón de los problemas o asuntos en cuestión (sean académicos, científicos, societarios, y más) fue un atributo por vencer. Reconocieron asimismo que una vez abatida esa primera impresión, se abrió para ellos un enorme océano… en el que acompañados y guiados por Yaya, aprendieron a navegar con rumbo claro, seguridad y precisión, adentrándose en las aguas de las ciencias, la ecología y más, para finalmente tocar el puerto deseado.

En un mundo hipertrofiado, enfrentado a una crisis de biodiversidad como nunca antes ha sido registrada en la historia de nuestro planeta, las ciencias que profesamos deben remontar el desconocimiento, desconfianza o intimidación que tan comúnmente muestran otras esferas de la sociedad, como las políticas públicas, corporativas, ámbitos productivos, administrativos y otros. Nuestro quehacer no promete un mar calmo, pero si un espacio para enmendar y restaurar nuestra ruta como humanidad. Y el ejemplo que ofrece Yaya, es una enorme contribución en este necesario proceso de transformación.

Todo en ecología se resume a la doble mirada: organismos en sus contextos –sean evolutivos, fisiológicos, conductuales, sociales, culturales-. El foco y su entorno. A lo largo de toda su carrera Yaya materializa y resume esta compleja esencia de la ecología. Pone sus chinitas en el contexto de ecosistemas degradados, o de control de pestes en agroecosistemas. Analiza estructuras comunitarias en contextos altamente productivos como el forestal; o relaciones ecológicas en la textura que provee la fragmentación. Pone la invasión de chinita arlequín en Chile central en el contexto de la cooperación global para la conservación. La educación en ciencias, en el contexto de la formación profesional.   

La doble mirada propia de las ciencias ecológicas se hace carne en la carrera de Yaya, quien en su acto individual como científica logró conectarse con el destino colectivo de los hoy cientos de ecólogos que conformamos la Sociedad de Ecología de Chile (SOCECOL), extendiendo esa conexión a la escala binacional y más.

Lo que no se enseña en ninguna universidad, ni se obtiene en doctorado o maestría alguna, ni se financia con proyectos Fondecyt u otros, es el Compromiso societario. Esta obligación no es necesaria para la carrera de investigadora, pero si para el desarrollo de una disciplina en su conjunto. Justamente fue ese uno de los atributos más destacados de Patricio Sánchez, y es el valor que enfatizamos y realzamos hoy día.

Yaya ha demostrado que otra forma de involucrarse con la construcción de las ciencias es posible. Más allá de sus decenas de proyectos, más de medio centenar de publicaciones en revistas nacionales y extranjeras, decenas de tesistas y postdoc...Yaya se ha involucrado con la ciencia más allá de la generación de teoría y data de calidad.

Hace muchos años tuvo la visión, creatividad, paciencia y coraje para adentrarse en el mundo incipiente y desorganizado de nuestra naciente Sociedad de Ecología de Chile, y de trabajar como artrópodo formícido para mejorarla y fortalecerla desde dentro.

Desde su incorporación como Tesorera en el año 1999, hasta su salida como Presidenta-Pasada en el año 2012, Yaya literalmente transmutó esta agrupación de ecólogos voluntariosos, en una Sociedad sólida.  Las nuevas generaciones de ecólogos y ecólogas chilenas, quienes hoy se están involucrados en el quehacer societario, deben conocer a esta Yaya. E idealmente contagiarse con su ejemplo de entrega y efectividad.

El hecho que hoy estemos aquí, celebrando la VI Reunión binacional de ecología, se debe en parte al trabajo arduo y especialmente visionario de Yaya, quien desde el año 1999 trabajó primero para ordenar y hacer crecer a nuestra SOCECOL. Para luego dotar nuestro rumbo con una visión –y su materialización- de integración regional de las ciencias ecológicas.

Las ciencias sin una posición no conforman sociedad. Nuestra sociedad. Yaya ha sido un motor fuera de borda para las ciencias chilenas y para la Sociedad de Ecología. Demostrando con los hechos  el valor de involucrarse. El valor de entregarse. El valor del compromiso. Y como cada institución es solo lo que son sus miembros, a través de Yaya celebramos hoy día la mejor cara de nuestra SOCECOL toda.

Quizá no lo han notado, pero Yaya tiene otra característica singular, que aunque para ella nunca ha sido tema de preocupación, si afecta en lo más profundo el desarrollo de las ciencias en nuestro país y del resto del mundo. Yaya es mujer.

Para ella este nunca ha sido tema. Pero si lo es para mi. Pues en un mundo donde las condiciones sociales, culturales, políticas, económicas y mas, entorpecen el camino de las mujeres en ciencias (y en casi todas las otras facetas de la vida), Yaya sin proponérselo ha sido una luminaria que ha alumbrado potentemente el camino de la equidad de géneros en la ecología chilena.

¿Por qué es importante este reconocimiento? Porque aún hoy, cundo estamos mirando hacia el Siglo XXII, nosotras las mujeres participamos todavía marginalmente de la tarea científica en general, reducidamente en las ciencias ecológicas y marginalmente del trabajo societario.

Gracias a la visión y esfuerzo de Yaya, iniciado en su época de presidenta y materializado en la campaña “un socio un nuevo socio”, dio el impulso inicial y definitivo para convocar a ecólogas y ecólogos de Chile y sumarlos a las filas de la SOCECOL. Desde ese momento hasta la fecha se incrementó en un 65% nuestra membresía, contando hoy con un total de 220 socios que congregan a la gran y variada mayoría de personas formadas y activas en algún aspecto disciplinario, mayoritaria pero no únicamente, investigación científica. Tenemos sin embargo una tarea pendiente, pues sólo un 31% de nuestros socios somos mujeres.

El reconocimiento que hoy celebramos realza y da empuje a mujeres, que como Yaya son ecólogas. Que como Yaya aportan con fuerza, creatividad, osadía, compromiso, capacidad, generosidad, y convicción al desarrollo de las ciencias ecológicas en nuestro país. Y más. Tanto más.

Con orgullo declaro que Yo soy yaya. Que Olga Barbosa, nuestra flamante nueva Presidenta de SOCECOL, es Yaya. Que Marcela Bustamante, quien fuera Tesorera de nuestra sociedad por años, es Yaya. Que son Yaya todas las ecólogas nacionales que se construyen a sí mismas en la disciplina y que aportan más allá de si mismas a la construcción de nuevas y mejores sociedades.

Somos todas partes de un mismo linaje, y este Galardón permite hoy comenzar a develar nuestra taxonomía, nuestro aporte y nuestra presencia para el desarrollo de nuestra disciplina.

Cuando pensamos que la imaginación es el primer paso para expandir la frontera de lo que es posible, quiero decir que el trabajo de Yaya, hoy muy justamente reconocido, ensancha lo que entendemos por trabajo científico. Su ejemplo permite constatar la necesidad, valor y realidad de conectar el acto individual con el destino colectivo.

Así es como gracias al lavalozas Yaya ha podido establecer un enorme cable a la tierra de la ecología Chilena. Con sus cultivos de repollos ha podido nutrir de teoría y data, ampliando el universo de la ecología nacional. Y quizá lo más relevante, es que con su pintura de uñas ha sido capaz de dar vuelo y generar una diáspora de ecólogas  en la región, conectando disciplinas, geografías, géneros.

Como ciudadanas de un nuevo mundo antropizado y globalizado, las ecólogas de Sudamérica tenemos mucho que aportar. Primeramente a nosotras mismas sirviendo de modelos, de inspiradoras, de mentoras, de ayudadoras de otras mujeres. Dispuestas a dar conocer y promover la voz y la práctica de las ciencias ecológicas en esta parte del mundo.

Y en segundo lugar, como socias en la construcción del siglo por venir. Para que la brecha de género que nos ha marcado se transforme en un retazo de memoria, ya no de realidad. Gracias a Yaya y otras como ella ese tiempo está aquí. Esas conexiones transformadoras existen y están operando ahora. Ese lenguaje femenino es realidad hoy. Nuestra ruta ya está trazada. Y gracias a Yaya hoy tenemos más fuerza para seguir adelante.

Te admiro y Quiero Yaya! Y me alegro por ti y por todas mis compañeras!

*Discurso de Homenaje presentado en la VI Reunión Binacional de Ecología, Puerto Iguazú, Misiones Argentina. 18-22 Septiembre, 2016

1 comentario:

Susana dijo...

Maravillosas palabras querida Bárbara. Yo también soy Yaya!!!