Tal como lo ha reconocido Francisco, el Papa Vecino, el país que compartimos es nuestra casa común. Y dentro de ella existen muchas y variadas habitaciones. Las más austral y fresca es la de Magallanes. La más grande, la más fragmentada, la más pródiga en viento y épicas, es la que sostiene cual equilibrista, al resto de nuestro país que región sobre región se apila sobre este pilar geográfico.
Habitada por diversas familias humanas (Kaweskar, Selk'nam, Yamana, inmigrantes europeos o chilotes), y de las otras (lengas, guanacos, turberas, ballenas, delfines, cóndores o albatros), esta casa ha servido de punto de encuentro y cobijo, ha alimentado y refrescado a todos sus parantes, permitiendo el descanso reponedor de cada uno de sus ocupantes.
A lo largo de años de ocupación hemos dañado parte sustantiva de esta morada, ya sea porque hemos sobre explotado sus recursos, porque los hemos contaminado, o porque la hemos llenado de alimañas invasoras. Como los castores...una plaga que día a día, por más de 60 años, ha crecido y ha ido "castorillando" bosques y ríos, turberas y estepas magallánicas. Tan grande ha sido su impacto, que este flagelo está hoy en la mira de muchos (Ministerio Medio Ambiente, CONAF, SAG, investigadores, ONGs), quienes intentan reunir esfuerzos incluso binacionales, para poder sanitizar nuestra vivienda austral, e intentar recuperar su verde esplendor.
Nadie desea plagas en su morada. Nadie en su sano juicio abriría las puertas de su casa a las pestes del infierno, ni ofrecería amparo o resguardo a la infección o la pústula. Por eso mismo, y porque Magallanes sabe perfectamente la calamidad que trae la infección, resulta impactante por decir lo menos, saber que hoy se está nuevamente inoculando Magallanes con conocidas enfermedades: la de especies invasoras.
Con estupor hemos sabido de un programa que no sólo espera traer, sino promover la instalación de árboles exóticos, muchos de ellos invasores en Magallanes. Se espera traer la enfermedad a la región, en forma de árboles que demostradamente son invasores (lluvia de oro, abedul, salix), que demostradamente están generando problemas en la casa vecina Argentina, que demostradamente son crónica de una muerte anunciada.
Bajo el falso paradigma del progreso (el mismo que se utilizó para traer castores de Magallanes), se intenta hoy día fomentar el cultivo y propagación de estas especies. A pesar que sabemos cuál será su destino...porque lo vemos día a día, en cada rincón de nuestra casa, con variada forma, sea castoril, sea ciervo colorado, sea diente de león, rosa mosqueta o conejo...el resultado es siempre el mismo: la degradación de nuestra morada, y con ello la degradación humana y pérdida en la calidad de nuestras vidas. Digno de orates: transformar a propósito el sueño de la casa propia en una horrible pesadilla.
Ya lo ha clamado el Vecino Francisco: el desafío urgente es el de proteger nuestra casa común. Y de unir los esfuerzos familiares en la búsqueda de un desarrollo que se construya sobre el conocimiento, que fomente el bien común actual y futuro, y que por sobre todo respete esta, nuestra única morada. Y este clamor tiene una sola respuesta en Magallanes: no más subsidio, ni promoción, ni manga ancha, ni puertas o ventanas abiertas a especies invasoras....sino todo lo contrario.
Fotos son de Muza, Wenborne, WCS
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