La vida es un camino del que podemos tener certeza solo de dos cosas: su inicio y su final. Aparte de esos dos conocidos momentos (los que a pesar de ello nos asombran, sorprenden y dejan perplejos!), toda la vida que conecta esos dos puntos de nuestro tiempo, espera ser caminada y descubierta por cada caminante. Y nos gustaría poder tomar lo mejor de la vida a medida que la transitamos, aprendeher los frutos que nos pone a la mano, disfrutarlos, gozar y quizá hacernos un poco más sabios a medida que avanzamos en nuestro caminar.
La conservación que hacemos en Karukinka espera generar muchos y deliciosos frutos para nuestras vidas (y para los que vendrán mucho más adelante aún). Y este verano hemos cosechado una fruta espectacular: el Sendero La Paciencia, el que tal como la vida nos ofrece una partida (Lago Despreciado) y un destino conocidos (Seno del Almirantzgo), y una extraordinaria ruta que los conecta, la que como cada vida, debe ser vivida para experimentar el disfrute y aprendizaje que cada camino de vida otorga a quien la vive.
Caminamos la Paciencia por primera vez en Karukinka hace unas semanas y transitamos esta ruta de 33 Km apertrechados con entusiasmo y curiosidad. Todo repartido en un grupo diverso y generoso de personas. Cada uno de ellos enriqueciendo con su mirada este camino. Cada uno experimentado en solitario y en comunidad este trozo de senda de vida.
Y lo caminamos abiertos los ojos, oídos y sobre todos los corazones. Y nos maravillamos desde su inicio al fin, experimentado la diversidad de vidas que dan vida a este sendero: bosques centenarios, pequeñas y bulliciosas aves de foresta, discretos insectos multicolores, hierbas por doquier, guanacos fisgoneando tras las matas, y hongos! Tanta vida que nutre estos parajes, a la que sumamos por un rato nuestra propia y pequeña existencia.
La Paciencia es una ruta bella, de comienzo a fin, la cual se llenó de nuestras vidas por unos días. Gracias a la mirada de Alfredo Prieto y Macarena Fernández, entendimos que ella ha existido por mucho tiempo: utilizada por los Selk'nam de antaño, cuyas huellas han sobrevivido su muerte y hoy nos acompañan en la ruta. La senda que ahora (re)inauguramos hoy sigue el camino que hace más de cien años era usada para alcanzar el mar y permitir la comercialización de lana producida en Argentina. Y podemos verla aún hoy a largo de metros y metros de mohosas empalizadas, que servían de "ecológico" pavimento a las antiguas carretas.
El Sendero La Paciencia corre kilómetros y kilómetros por bajo el majestuoso bosque fueguino, y nos recuerda a cada metro el valor inmenso de haberlos conservado y traído hasta este siglo XXI. A la vez que en los momentos de cansancio, la ruta nos hace patente el tremendo esfuerzo que hoy realizamos para poder empujar este magnífico patrimonio hasta el siglo XXII!
Y lo hacemos día a día, palmo a palmo, acompañados por tantos! Todos los que aman esta tierra como nosotros. Y tantos otros que gracias a rutas de conservación como esta, están amando esta tierra cada día más! Nómadas (quienes han construido la ruta La Paciencia con amor), Travesía (quienes esperan transitar esta ruta con otros caminantes), Equilibra (quienes esperan inspirar a otros a conservar como se conserva en Karukinka), Wenborne y Dupradou (quienes esperan descubrir el velo que cubre esta tierra y producir fotos hermosas para ello), Furci (quien descubre día a día el mundo de hongos que da vida a este mundo!) y tantos más! Anónimos constructores (de futuro) fueguinos: vecinos, guardaparques, socios todos en este camino.
Y tanta riqueza que cosechamos en este caminar para nuestras vidas! Difícil de compartir, como es difícil compartir las experiencias más sentidas de nuestra existencia... Por lo que solo podemos aspirar a inspirar a otros a caminar nuestros caminos. A acompañarnos en nuestras rutas, con la esperanza que pueda cada uno llenarse de gozo y alegría como lo hicimos nosotros. Y salir al final de este viaje más llenos, más grandes de mente, más fuertes de cuerpo y más frescos de alma.
La Paciencia es poderosa. Esperamos que su poder guíe nuestra ruta de conservación. Que guíe a otros a ella. Que nos ofrezca nuevos destinos para seguir empujando nuestro deseo de avanzar. Y que sobre todo se abra como un espacio firme e inspirador para transformar nuestra manera de transitar nuestras vidas, conjuntamente...integradamente...en este mundo (aun) vivo.
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