lunes, 27 de junio de 2011

Recuerdos del futuro, la conservación que hacemos hoy en Tierra del Fuego

Vi ayer un impactante documental realizado por Werner Herzog: The Cave of the forgotten Dreams. Escrito, narrado y dirigido por Herzog, es un viaje en el tiempo a la Cueva Chauvet Pont d'Arc, el registro más antiguo de arte que existe, el que muestra un ensamble de animales diversos y hoy misteriosos, pero que hace 35.000 años eran fuente de gloriosa inspiración a los artistas paleolíticos de la zona.

Leones, mamuts, rinocerontes, osos, caballos, y ciertamente humanos convivían en esta zona, en medio de un período glacial, con escasas zonas habitables. Unos a otros se miraban, temían y seguramente respetaban. La mayoría de ellos no existe hoy, y llegan a nuestros ojos por una casualidad tan única como el big bang, o la aparición de la vida en la tierra. Herzog como en mucha de su obra, muestra personajes que enfrentan a la naturaleza, pero que al final se rinden ante ella. Aquí los personajes son anónimos, pero la fuerza de madre natura es tan abrumadora que aturde.

La Cueva descubierta hace unos pocos años, ha sido protegida para su preservación futura. Abierta virtualmente al público, ofrece una exquisita ventana al pasado, la que Herzog con maestría transforma en un cordón umbilical a nuestra madre naturaleza. Una madre viva, salvaje, musical, protectora, que incluso fue capaz de velar el sueño de este hijo por más de 30.000 años, y para fortuna nuestra, despertarlo ante nuestros ojos. Y mientras Herzog se pregunta por los sentimientos más íntimos que motivaron a los artistas de Chauvet Pont d'Arc, yo me transporto a Karukinka, el área protegida que es nuestro blanco y herramienta para la conservación al sur de Tierra del Fuego.

Mientras la luz de Herzog develaba las creencias más íntimas de estos seres paleolíticos, sentía yo el frío en mi cara, y pensaba en el sur del sur donde existe uno de los parajes más sobrecogedores de nuestro país. Siento su belleza verde y fría, su vastedad, su soledad, su poder y su mística. Pensaba en las personas que pintaron los increíblemente bellos animales en Chauvet, y de cómo hoy podemos tenerlos a la mano...sentir sus cascos y el viento golpear sus cabezas. El mismo viento que golpea nuestras caras en Tierra del Fuego siempre...

Pienso que Karukinka  es una obra de arte toda, colorida, viva como lo estuvo  en su momento Chauvet. Un paisaje único en Chile, con una historia tan poderosa como sobrecogedora. No somos artistas, pero sentí que nuestra tarea de conservar estos parajes, era lo más cercano que podríamos estar del arte. Y siento que tal como los pintores anónimos de Chauvet, podríamos pensar en 35000 años en el futuro, y ver Karukinka todavía viva, intacta, verde, fría y rebosante de fuerza y poderío. Y siento que sólo seremos capaces de llevar Karukinka al futuro si logramos hacer bien nuestra tarea de conservación hoy... y anónimamente pintarla con arte, magia y sabiduría, como estoy segura los artistas del pasado pintaron las hermosas bestias de Chauvet.


4 comentarios:

Gabriel Bunster dijo...

Que buen aporte Bárbara ! te agradezco este link a esta cueva con esas remotas imágenes de nuestros antepasados.
Se conservaron; expresión de humanos. Tu quieres conservar expresiones de la naturaleza; bien por ello.

Bárbara Saavedra dijo...

Gracias Gabriel! Todavía inspirada por ti! Abrazo!

Anónimo dijo...

Concebir la Naturaleza como madre de todas las Artes y las Ciencias es un viejo tema del pensamiento occidental. Igual de viejo que el delito del matricidio. ¿Aprenderemos alguna vez a defender el metaútero del que venimos? ¿O sólo dejaremos inscripciones en los muros de nuestras ciudades para las generaciones de cucarachas analfabetas que seguirán a nuestro suicidio?

Unknown dijo...


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