viernes, 11 de diciembre de 2015

Jardines de Sanssouci, o inversiones apropiadas para enfrentar problema de calentamiento global

El pasado mes, en el marco de un taller internacional de conservación privada realizado en Berlin, visité los jardines de Sanssouci, en la vecina ciudad de Potsdam. Estos jardines han sido construidos a lo largo de centenas de años, con el objetivo de albergar los caprichos estivales de diversos reyes prusianos, incluyendo a Federico el Grande. En la actualidad Sanssouci incluye cerca de 3,000 árboles, en sus casi 300 ha de terreno, los que sirven de matriz a un número importante de palacios, esculturas, fuentes. Todo un paisaje humano, de gran significancia para el pueblo alemán.

Este pequeño espacio también recibe los embistes del cambio climático, y Alemania espera invertir cerca de $50 millones adicionales de euros cada año, para poder mantener el jardín tal como está ahora.

Es interesante analizar este caso, a la luz de la discusión que ahora mismo se desarrolla en París, en la COP21, la que espera acordar mecanismos que permitan reducir el calentamiento global.

En un contexto global, se ha reconocido que la detención de la deforestación amazónica podría por si sola detener el incremento de temperatura de nuestro planeta. Al mismo tiempo que se reconoce el valor que tienen las áreas protegidas no sólo para ayudar a frenar los efectos de cambio global, sino para permitir la adaptación y amortiguación ante sus efectos, tanto por especies humana como no humanas.

Uno de los sectores más valiosos de la Amazonía es Yasuní, en Ecuador: casi 10,000 km2 de selva tropical, rica en especies, gentes, y petróleo. En una iniciativa fallida, este país ofreció al mundo la posibilidad de conservar los bosques a cambio de la creación de un fondo que permitiera aportar recursos para el desarrollo del Ecuador. Se esperaba recaudar US$3,600 en 13 años, y sólo se juntaron US$13, al cabo de tres años de esfuerzo. Si sólo se hubiese asegurado un aporte equivalente a la jardinería anti-cambio-climático de Sanssouci, se habría reunido en 10 años, casi el 15% de este monto. Con 7 otros aportes como este, se habría podido salvar todo Yasuni. Aportando de manera significativa a la reducción del incremento de temperatura terrestre. Que es justamente lo que se quiere amortiguar invirtiendo 50 millones adicionales de euros cada año en Sanssouci.

Chile tiene casi un 20% de su territorio en áreas bajo protección, las que albergan vastas y valiosas extensiones de bosques, humedales, campos de hielo, cursos de agua, mar abierto, todos ecosistemas críticos para mitigar los efectos del cambio climático. Aunque somos un país “rico”, invertimos casi nada en la gestión de estos territorios, y tenemos un déficit cercano a los US$60 millones anuales. Un año de poda de Sanssouci, podría mantener las casi 16 millones de ha de ecosistemas naturales que hoy están protegidos en el papel en Chile. Para dimensionar el valor de estas áreas pongo como ejemplo Karukinka en Tierra del Fuego, donde hay cerca de 60 millones de árboles maduros, vivos, sanos, capturando CO2 atmosférico. Aportando desde el hemisferio sur a la mitigación  efectiva de los efectos del cambio climático. El mismo que afecta la mantención de la postal tradicional de Potsdam.

A partir de estas comparaciones, se devela uno de los grandes problemas de esta discusión parisina: un problema global como este, sólo puede resolverse analizando y decidiendo inversiones de manera estratégica, a escala global. Esto requiere mirar más allá de las fronteras de cada país, de cada continente incluso, de cada grupo de poder, de cada compañía, de cada comunidad, de cada ciudad, para ver cómo invertir de manera efectiva los millones que ya están destinados a este problema. Ese es el verdadero desafío. Es el mismo que experimentamos en Chile a diario, cuando debemos decidir cómo invertir los fondos nacionales, y privados, en temas de conservación. Resulta que cuando el análisis se hace a la escala adecuada, de manera estratégica e integrada, se abren todos los espacios para la generación de bien común, y comienzan a aparecer las soluciones a problemas que pensamos no la tenían.

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