Autoridades, invitados, comunidad de Ciencias, amigos…
La verdad es que no entiendo por
qué Vivian Montecino me pidió esta presentación....me negué rotundamente a
aceptarla...pero ella rotundamente se negó a aceptar mi negativa.... ¿qué
podría aportar yo, como ex-alumna de esta Facultad, formada en Ciencias
Ecológicas, quien ya no ejercía como científica, al ramillete de lumbreras que
conforman este Departamento de Ciencias Ecológicas?
Me excusé diciendo pensaba lo más adecuado para esta
celebración sería recibir el comentario de algún destacado científico o
científica. Es lo esperable, no?
Aunque formada como tal, yo llevo un tiempo largo fuera
de las lides tradicionales de la ciencia, trabajando en el “mundo real”, fuera
de la academia… ¿qué podría yo decir de este departamento y la faculta de
ciencias que lo alberga?
Sólo pensé en comentar que dondequiera que voy puedo
distinguir claramente aquellos (lamentablemente escasos) profesionales que han
sido formados en ciencias al alero de esta facultad y este departamento de
ecología. Le dije a Vivian que yo atesoro a las personas formadas
en esta escuela, pues ellos destacan no sólo por su capacidad analítica,
formación fuerte en la disciplina ecológica, sino por poseer una ética y
calidad de trabajo que revela compromiso, excelencia, y vínculo con Chile y su patrimonio natural.
Que en mi trabajo diario, que me lleva a moverme entre
ministerios, compañías de industrias variadas, sociedades científicas,
escuelas, municipalidades, facultades y universidades variopintas…, cuando me
topo con una ex-alumna de Ciencias, es como recibir agua fresca en el cuello. Dando
sentido y esperanza a mi marcha.
Comenta eso justamente, me dijo Vivian….pues ves Vivian…ya lo
dije.
El libro que
hoy celebramos, es un ejemplo exacto que muestra cómo se urde la trama de
nuestra disciplina: hebra tras hebra, laboratorio tras laboratorio, proyecto
tras proyecto, ecóloga tras ecóloga, ecólogo tras ecólogo, cada uno y todos
juntos, año tras año, abordando investigaciones ecológicas. Así ha sido el
camino de este departamento. Así ha sido su aporte a Chile.
Un esfuerzo en
su mayor parte invisible, ha ido permitiendo no sólo develar el alma de la
naturaleza chilena, sino formar capacidad humana, cada vez más necesaria para enfrentar
los desafíos actuales que enfrenta esta naturaleza, no solo a escala nacional sino
también global.
En el transcurso
de mi carrera, la que doy por iniciada apenas entrada a esta Facultad hace casi
30 años, he tenido el privilegio de conocer gran parte de nuestro territorio
nacional. Comencé con
salidas a terreno memorables, como la realizada al bosque relicto del Cerro Santa
Inés en Pichidangui, a la sombra de la cola del Cometa Halley en el curso de
botánica impartido por Juan Armesto; pasando por una inmersión de semanas al
bosque valdiviano en el Parque Puyehue, como ayudante de campo ("goma no
calificada") de Mary Kalin; hasta el brutal entendimiento y valoración de los
ecosistemas de matorral de Chile central, en un incendiado experimento de larga
escala que intentara realizar Javier Simonetti en las cercanías de Casablanca.
Tal como se
acumulan los relatos de este libro, mi formación y trabajo como ecóloga me ha
permitido conocer de primera mano desde las cercanías de Visviri hasta el mismísimo
Cabo de Hornos, tanto en su superficie como bajo del agua. He podido palpar
nuestra naturaleza, la misma que es sustrato de la ecología chilena, y amar
cada una de sus manifestaciones:
Asombrarme en
el norte con los ecosistemas alto andinos, la tola, lagos y salares, escuálidos
bosques de tamarugo, vegas prodigiosas, que aunque sobrepastoreadas y desecadas
producto de su utilización de miles de años por comunidades e industrias
variadas, conservan aún el resplandor que emana la vida en el medio del
desierto.
Sobrecogimiento
al experimentar la glamorosa y rara vida del desierto florido, con sus decenas
de ex-tímidas flores asomando impudorosas en el pardo fondo del lienzo del norte
chileno. Un despliegue lamentablemente poco frecuente de colorido chilenismo.
Asombro y excitación al recibir el rocío que escurre de hojas de lingues y bellotos…sentir la historia milenaria de estos remedos de gloriosos bosques pasados en su profunda y cada vez más rara fragancia. Constatar la existencia y valor de estos tesoros esmeralda, a pasos de las más grandes urbes en Chile central, invisibles a la mayoría. Pensar que bosques como estos, cubrieron y dieron vida al Chile inicial, y que hoy están perdidos, tal como parece haber perdido su rumbo nuestro país.
Zorros, pumas,
güiñas, monitos del monte, resistiendo junto a acorralados fragmentos de bosque
sureño, ahogados por el tsunami verde de pinos insigne. Una marea
descontrolada que arrasa a su paso no sólo a poblaciones humanas, sino aquellas
de plantas y animales vecinos, especies nativas, y junto con ello a toda su profunda
y compleja historia pasada…, y probablemente su historia por venir.
¿Qué más puede
pedirse a la vida, cuando una ha sido regalada con la caricia del viento fresco
en la cara (y en la mente), mientras se navegan fiordos de belleza suprema, y
se escucha el revoloteo de toninas, pingüinos, albatros y cormoranes, que danzan
alrededor, escoltando con desmerecida generosidad, el paso de nave y
civilización?
¿Qué otro mejor
momento puede ser vivido, que aquel que te permite contemplar un horizonte sin
frontera, de rojo y verde-amarillo bosque en Tierra del Fuego, en el Valle La
Paciencia en otoño, mientras se experimenta un extraño paisaje denudado de
gente, colmado de espíritus humanos desaparecidos? Un augurio del
futuro por venir…en un mundo donde todavía el valor de nuestra naturaleza, de
nuestra biodiversidad, de nuestro capital natural, es desconocido e invisible.
Y yo he sido capaz
de ver todo esto…y más…tanto más. De disfrutar y sobrecogerme con cada rincón
de nuestro paisito gracias a que soy ecóloga. Pues tempranamente en esta
facultad, con gran parte de los autores de este libro, aprendí a mirar lo que
pocos en nuestro país son capaces de ver: los sistemas naturales chilenos. Sus
poblaciones de plantas, animales, y otros bichos menos conspicuos, pasados y
actuales. Aprendí a verlos en profundidad, entender parte de sus historias, identificar
los factores que los promueven, y sobre todo que los amenazan. Una lectura de
Chile tan importante, como desconocida…
¡Qué ganas de invitar a recorrer este camino a miles! Qué ganas de que estudiantes de provincia, ante la disyuntiva de decidir dónde desarrollar sus carreras, pudiesen contar con el generoso consejo de su profesor de biología, indicando: “el mejor lugar para aprender ciencias y ecología es la Facultad de Ciencias de la Universidad de Chile. Ándate para allá”. Como me dijera Ramiro Bustamante, mi profesor e inspirador, hoy Director de este departamento, despertando la ira de mi padre más bien conservador.
Porque hoy día
vemos un país que está estallando…haciendo aguas por muchas partes. Dejando
escapar su savia interna por lo agujeros que deja la ignorancia de intentar construir
riqueza sin conocer ni resguardar el mayor valor que poseemos: que es nuestra naturaleza. Un país que se
ha construido a retazos, remendados por profesionales, fundamentalmente
abogados (sin ofender a Ana Lya) o ingenieros, la gran mayoría iletrados en
ecología, intentando levantar un andamiaje precario a espaldas del valor
fundacional y estructural que otorga nuestra natura, clave para sostener y
generar bienestar para nuestro país y nuestras gentes. Si
consideramos que toda nuestra “creciente” economía depende del uso directo de
recursos naturales…, aquellos que sabemos de ecología podemos afirmar que sólo manteniendo
ecosistemas y poblaciones naturales pujantes y sanas, podremos ser capaces de
sostener o incluso aumentar esta o cualquier otra producción en Chile.
Si
consideramos que el agua fresca, el aire puro, la fruta y proteína sana, son la
fuente primaria y última de bienestar humano, y que cada una de ellas es
producida o sostenida por nuestra naturaleza, por poblaciones de microorganismos,
plantas y animales tan diversos como únicos. Si supiéramos esto, nuestro
fundamental interés como nación debería estar en escudriñar cada una de dichas
poblaciones, entender cómo, cuándo, dónde, por qué…en fin, hacer ecología…mucha
ecología….
Son estas el
tipo de preguntas que ecólogos y ecólogas de este departamento, década tras
década han ido abordando, descubriendo en ese camino como dije no sólo el alma
de la naturaleza chilena, sino más y nuevas preguntas que esperan ser
resueltas. Pero el avance
de las ciencias es mayoritariamente lento. Y si algunos creen en que los
cambios de paradigma pueden voltear la visión y el entendimiento del mundo
rápidamente, la verdad es que las nuevas verdades y el nuevo conocimiento, se
abre paso lentamente, poco a poco, sorteando un mar de personas ciegas y sordas
a los nuevos contenidos. Y este camino
se hace aún más calmo, cuando como en el caso de Chile, se invierte poco o nada
en investigaciones con sentido local, y cuando la masa crítica de científicos, especialmente
de ecólogos es pequeña, y por lo mismo casi invisible al resto del país.
Y es en este
preciso punto entonces, que creo entender por qué Vivian decidió invitarme a mi
a presentar este libro. Porque una de las cosas que puede ayudar en este
proceso de cambio de paradigma son las diásporas, como la mía. Son los
mensajeros convencidos, comprometidos, enamorados del mensaje. Como yo. Y esta
es la labor que he desarrollado con brío y desfachatez durante mi vida
post-facultad de ciencias.
He llevado el
mensaje de la ecología, del valor de la naturaleza chilena, de la importancia
de escudriñarla y conocerla dondequiera que he estado. He llevado la bandera de
la conservación de nuestra biodiversidad, con ciencia, a muchos rincones de
Chile, incluyendo incluso al mismísimo mundo de las ciencias ecológicas, a
través de mi activa participación en la Sociedad de Ecología de Chile.
Por una década
ya, he liderado un proyecto de conservación en Tierra del Fuego, continuando y
profundizando un trabajo pionero de Mary Kalin y un grupo de ecólogos
nacionales, hecho obviamente mencionado por ella en su capítulo de este libro. He utilizado
dicho proyecto como un laboratorio natural de sobrecogedora belleza (práctica
aprendida en este Departamento), para poner a prueba nuevas y más poderosas
herramientas para la conservación en Chile.
“Piensa en
grande”…. fue quizá el aprendizaje más importante que recogí de mi mentor
Javier Simonetti (el que por alguna razón que no quiero conocer no escribió
capítulo alguno en este libro departamental). Y es que pensando en grande,
hemos logrado promover bajo mi liderazgo, una visión bi-nacional para abordar
el problema de la invasión de castores en Patagonia Austral. Un problema
que discutimos más de alguna vez con Ana Lya mientras fue Ministra de Medio
Ambiente, hoy se hace patente en lo que esperamos sean los experimentos más
grandes desarrollados en Chile (y Argentina) para aprender a manejar esta y
otras especies invasoras, los que ejecutaremos en coordinación con agencias del
estado, tanto en Chile como en Argentina, con socios privados locales y apoyo
del mundo global experto en gestión de
invasiones.
Es pensando en
grande, que estamos empeñados en promover la conservación de las costas de
Patagonia, las más extensas de esta parte del planeta, sostenedoras de variadas
industrias, bullantes en poblaciones de plantas y animales endémicos,
atractivos, valiosos para comunidades locales y globales, por centenares de
años. Hoy, menos del
0,1% de esta costa cuenta con protección (en el papel al menos), y nosotros ya
hemos iniciado un camino para aumentar su protección. ¿Cómo?
Desarrollando investigaciones ecológicas, de distribución y abundancia de
organismos, de identificación de procesos ecológicos relevantes para la
mantención de dichas poblaciones, y sobre todo generando espacios de confianza
para compartir estos aprendizajes, canalizar conocimiento y anhelos locales,
así como para desarrollar herramientas efectivas (no de papel) de conservación de
esta parte del mar nacional.
Pensando en
grande también, es que estamos llevando la buena nueva de la conservación al
corazón mismo de la actividad productiva nacional (hoy por hoy casi siempre
destructiva), trabajando con el mundo minero y otros, promoviendo la adopción
de visiones de desarrollo que consideren principios socio-ecológicos, y como
consecuencia de ello, resguarden la base natural que los sostiene. El paso más
importante por ahora en este proceso, es justamente acompañar a este mundo
ciego a naturaleza, en el desarrollo de variadas y efectivas herramientas de
conservación, donde casi siempre es necesario incluir investigaciones en
ciencias ecológicas.
Pensamos en
grande, cuando bajo mi Presidencia, logramos convocar por primera vez de manera
colegiada, a ecólogos nacionales para aportar a la discusión del proyecto de
Ley que espera crear el Servicio de Biodiversidad y Áreas Protegidas chileno.
Este proceso, iniciado hace más de un lustro, espera entregar a nuestro país,
por primera vez en toda su historia, una agencia estatal que tenga como mandato
explícito la conservación de toda la naturaleza chilena. Delicada materia prima
del quehacer ecológico nacional. Este proyecto
ha iniciado recientemente su camino en la Cámara, y esperamos se vea aprobado
durante el presente gobierno, pues es una de sus 50 prioridades. Y estamos
trabajando, junto a ecólogos del país, para que la letra de su contenido,
refleje los principios básicos y conocimiento actual de la biodiversidad
chilena, muchos de cuyos aprendizajes han sido generados por ecólogos de este
departamento, ya sea directa e indirectamente.
Una vez aprobada
esta Ley, se abrirá un nuevo espacio, todavía desconocido, para canalizar el
resultado de investigaciones ecológicas chilenas. Será tarea de este
departamento ver si desea integrarse más directamente a dicho espacio, y
definir cómo hacerlo. Considerando
sin embargo, que muchos de los autores del libro hacen referencia al uso
potencial de sus investigaciones para manejo, conservación, o cambio climático,
(relacionados por ejemplo a invasiones biológicas, limnología, productividad
marina, reproducción de plantas, ecología molecular, ecosistemas), es esperable
que se abra más de un canal de participación entre este futuro Servicio de
Biodiversidad y los generadores de conocimiento básico sobre dicha materia,
científicos y científicas de este departamento.
Uno de los
desafíos sin embargo que no he podido resolver, que agita mi sueño y alarga mis
noches, es cómo escalar los aprendizajes en ecología y conservación, a niveles
que permitan impactar más y más efectivamente, procesos de toma de decisión
variados: tanto locales, como nacionales, tanto en ámbitos públicos, como
privados. Existe tanto
conocimiento, tanta experiencia…¿cómo lograr que ella corra por las venas del
Chile que necesitamos construir?
Simbiosis
actinorrícica, microbiota rizosférica, síntesis de astaxantina, nerítica,
simorfosis, migalomorfas, antidiuresis…son algunos de los conceptos que
naturalmente cruzan la literatura ecológica de este departamento, presentes en
este libro y que tienen poco o ningún significado para el común de los
mortales. Tengo la
intuición que un esfuerzo interesante de realizar, pensando por ejemplo en los
próximos 30 años de este departamento, es escalar el aprendizaje de la
ecología, sus bases conceptuales más sencillas, y sus aplicaciones a los
sistemas nacionales, a la mayor parte de los profesionales chilenos. Así como hoy
es impensable preparar ingenieros, abogados, médicos, profesores, y otros, que
carezcan de aprendizajes mínimos en matemáticas o lenguaje, quiero imaginar que
en 30 años, será impensable producir profesionales analfabetos en ecología,
como ocurre hoy en día.
Especialmente
porque el resultado de este analfabetismo, los vemos hoy por doquier: proyectos
proyectados en el vacío, desconociendo las interacciones y complejidades inherentes
a los sistemas ecológicos, y por extensión de ella, de las comunidades humanas asociadas.
El resultado de este atraso, es lo que alimenta gran parte del trabajo de
quienes hoy trabajamos en conservación. Cuánto más
sencillo sería, si hordas de ecólogos y ecólogas de esta facultad, pulularan
llevando la mirada simple de esta ciencia a cuanto proyecto y toma de decisión
apareciera por nuestro país.
En 30 años anhelo con frenesí que cada profesional
chileno haya pasado por un curso de ecología, y tenido la oportunidad de conocer
el ABC de nuestra disciplina, y de cómo ella se manifiesta en nuestros
ecosistemas y poblaciones nacionales. Matemáticas, lenguaje, inglés, son
lecciones básicas que nadie negaría a la formación de profesionales. Ecología
es el eslabón que falta para completar esta cadena. Distingo en esta visión a este Departamento, liderando el
desarrollo de un currículum mínimo en ecología, definiendo sus estándares de
calidad, así como entrenando a los entrenadores en la disciplina. No es posible seguir planificando el desarrollo de un país
completo, a espaldas del escenario ecológico que podría ser capaz (o no) de
sostener dicho desarrollo. En esa construcción el rol de este Departamento,
justamente porque alberga a un ramillete privilegiado de ecólogos nacionales, y
porque es parte de esta Universidad pública, debiera ser pivotal.
Una diáspora
masiva, nativa, que permitiera no sólo llevar la buena nueva de la ecología
chilena a chilenos, sino más importante aún para las ciencias ecológicas mismas,
pudiese canalizar las nuevas y variadas preguntas esperando por ser respondidas
a lo largo y ancho de Chile. Alimentado la ciencia nacional, generando más y nuevas
investigaciones. Buenas preguntas yacen esperando ser
respondidas en las afueras de esta facultad, cuya respuesta puede hacer bien a
Chile y a esta Universidad. Producto de esto, en 30 años visualizo todo Chile
prospectado en sus componentes naturales, y los mecanismos básicos que explican
su funcionamiento entendidos. No sólo por los científicos expertos, sino por la
comunidad amplia nacional. Generando identidad. Develando la complejidad
contenida en nuestro largo y aparentemente simple país. Ofreciendo amplias
alternativas para diseñar futuros con bienestar común.
Porque cada
logro de este departamento ha sido imaginado, empujado, ejecutado y celebrado
por personas específicas, mujeres y hombres de carne y hueso, sensibles y
entregadas a su trabajo de investigación, antes de terminar, quiero compartir
unas palabras relacionadas con Alberto Veloso. Primer Director de este
Departamento, con quien tengo una especial relación, pues es el padre de mi actual
pareja, y abuelo de todos mis hijos.
Quienes
conocen a Alberto estarán de acuerdo conmigo que no es un dulce de leche. De
carácter fuerte, tozudo y obsesionado con sus temas (pocos de la lista de
autores de este libro no lo son en realidad!), científico fundacional de la
herpetología chilena, conocedor como pocos de la biología y ecología de sus
bichos favoritos: sapos y lagartijas.
No siendo precisamente
el tata colores, Alberto ha sido un ejemplo de entrega y compromiso con la
Universidad de Chile y especialmente con este Departamento. Su visión para la
Universidad de Chile siempre ha sido en grande, dedicando parte importante de
su vida a construir comunidad universitaria, y generando y aprovechando
oportunidades para hacer avanzar sus dos grandes amores: la ciencia, amparada en
esta casa de estudios. Su legado ya ha hecho mella en su familia sanguínea, tanto
como en su gran familia académica.
Ahora que
Alberto está de salida, y mirando los antiguos/nuevos desafíos que enfrenta
este Departamento, creo firmemente que una pieza clave para el éxito de las
próximas décadas, estará sostenido y podrá crecer con compromisos y entregas
como las de Alberto Veloso. Convocando, reuniendo, sumando. Tanto dentro
como fuera de este grupo de científicos y sus estudiantes asociados. Con una
visión clara y un compromiso como el que solo tienen los científicos de esta
facultad y este departamento, avizoro un paso firme y sin pausa hacia un futuro
benevolente con la disciplina, con sus profesionales, y finalmente con nuestro
país.
42 autores dan vida a este volumen, incluyendo investigadores
y estudiantes. Casi la mitad son científicos con larga trayectoria nacional.
Solo 17 de estos autores son mujeres. No puedo dejar de pensar en la
construcción de los próximos 30 años de este departamento, explicitando el
deseo de una mayor participación femenina en dicha obra. Tal como hoy celebramos el lanzamiento de este libro, el
cual fue posible gracias al tozudo trabajo de dos mujeres, de dos generaciones
diferentes, que hacen ecología en sistemas y escalas claramente disímiles.
Espero que la posta de las investigadoras históricas
pueda ser pasada una y otra vez a jóvenes mujeres científicas, chilenas o
extranjeras. Pudiendo sumar así más y mejores científicas al servicio de la
ecología nacional, y completar con ello la
mitad que falta y que es necesaria, para una construcción más acabada del
departamento de ciencias ecológicas del año 2045.
Es mi feminista anhelo. Es mi pequeño motor para el
tiempo que me queda. Es mi compromiso con la ecología nacional.
Felicito a Vivian y Julieta. Agradezco la oportunidad de
compartir estas reflexiones. Y quedo atenta en lo que pueda ayudar, dondequiera
que me encuentre, en esta tarea.
Gracias
*Discurso presentado para el lanzamiento del libro "Ciencias ecológicas: 1983-2013, treinta años de investigaciones chileas", editado por Vivan Montecino y Julieta Orlando. Editorial Universitaria, 2015.
4 comentarios:
Barbara, como siempre asertiva y directa en tu opinión. Me enorgullece leer tus palabras y me dan una luz de esperanza en la protección del maravilloso país que nos tocó habitar. Como dice nuestro amigo Iván Díaz "siempre hacia adelante, que para atrás no se avanza". Un abrazo, Rocío.
¡Gracias por tu presentación! Sinceramente me alegro de que Vivian haya sido insistente contigo. Espero que sigamos coincidiendo en nuestro compromiso con la ecología nacional, desde diferentes lugares, pero con un objetivo común. Cariños
Bárbara, qué ganas de haberte podido escuchar en vivo ayer, y haber estado nuevamente en la Facultad. Pero no pude llegar. Cuántos recuerdos, cuántas vivencias conjuntas, cuántas similitudes en el pensamiento... Gracias por tus palabras.
Vivian es muy inteligente ;)
Realmente emocionada con tus palabras…que se cumplan tus deseos!!!
Publicar un comentario