Desde hace ya una década, dirijo un
proyecto de conservación de biodiversidad en Tierra del Fuego: El ParqueKarukinka. Un lugar donde la vida terrestre como la conocemos, casi toca a su
fin, y se adentra en el frío océano sub-antártico para dar paso a la maravilla
que es la vida marina, en uno de los océanos más diversos, hermosos y productivos del mundo: el mar Patagónico.
Allí, en los confines de nuestro continente americano, se entrelazan de manera
natural océanos Pacífico y Atlántico, un encuentro de dos mundos tan feroz como
permanente.
Tanto como
que existe la ley de gravedad y que la tierra no es el centro del universo, la
ciencia ha demostrado que humanos y naturaleza, gente y océanos, confluyen en
un mismo sistema. Se manifieste a escala global, o a escala de un pequeño
fiordo patagónico... la verdad última es que los humanos no pueden acceder ni
mantener bienestar, si no son capaces de mantener ecosistemas sanos y pujantes.
La degradación de los ecosistemas marinos por lo tanto, redunda directa y ampliamente
en pobreza y miseria.
Dada la naturaleza histórica, compleja, de la vida que
bulle en los mares, su protección precisa de un abordaje diverso e integrado,
única forma de aspirar a éxito en esta tarea.
Un ejemplo de este océano austral
es el Seno del Almirantazgo, un fiordo
como tantos otros fiordos patagónicos, que es hábitat de biodiversidad singular
y bella, de enorme valor ecológico, económico, cultural, e incluso espiritual.
Un pequeño ejemplo que se repite a lo largo de las costas de Patagonia,
haciendo de este océano, uno de los más misteriosos y valiosos del planeta, y
efectivamente uno de los más demandados y menos protegidos.
Con el deseo
de aportar al que constituye el mayor desafío que enfrenta hoy la humanidad: la
pérdida de biodiversidad, incluyendo especialmente la marina, hemos promovido el uso del Seno de
Almirantazgo como un gran laboratorio natural. Una enorme y verdeazulada placa
de Petri que nos permita desarrollar y poner a prueba herramientas que nos
ayuden a hacer avanzar las fronteras de lo que es posible, y nos permitan
alcanzar la conservación de nuestro mar.
Gran parte de los “experimentos” que
hemos desarrollado en estos alejados parajes han sido educativos. Porque aunque
cueste creerlo, niños, jóvenes e incluso profesionales de Tierra del Fuego y del resto del país, no
conocen la biodiversidad de su tierra. Y cuesta creer que rondan por sus
cabezas tigres, leones, elefantes, jirafas, pinos o rosas, sin existir en sus
mentes siquiera un atisbo de huemul, o un pingüino magallánico.
A pesar de vivir en una de las zonas con menor huella humana, con acceso a las mayores
extensiones de biodiversidad de Patagonia, especies como guanacos, zorros,
albatros, quedan rezagados en la mente de nuestros australes
compatriotas. Para qué decir de biodiversidad marina! Ella simplemente...muchas veces no
existe. Y como consecuencia de esta ceguera, agoniza la posibilidad de su
conservación.
Y es por ello que desde hace más de
una década hemos desarrollado el que quizá es el programa de educación para la
conservación más importante de Tierra del Fuego. Lo cual suena rimbombante,
pero no lo es tanto, cuando se considera la escasa población humana que habita
estos parajes. A los largo de los años hemos realizado numerosos esfuerzos para
difundir el conocimiento y valoración de la biodiversidad patagónica, y
promover su conservación.
Pero dado
que la realidad es lo que consideramos verdadero. Y lo que consideramos
verdadero es lo que creemos. Lo que creemos se basa en nuestras percepciones y
lo que percibimos es aquello que estamos dispuestos a ver. Desde Patagonia, nos
hemos esforzado por hacer de nuestro ejercicio educativo una alternativa para
cultivar el ojo, para preguntarse por lo que no se ve. Y el océano está colmado
de cosas invisibles. La educación que hacemos nos dispone a ver el mar como
nunca antes hemos necesitado ni querido verlo.
No pensamos la educación en el
sentido clásico de entrar en un aula, para intentar adoctrinar a niños y
jóvenes en materias específicas, sino desde una mirada más esencial:
ejecutándola educación como un arte para la transformación.
En este
caminar educativo, hemos podido develar a la comunidad fueguina y de sus
alrededores, muchas veces por primera vez, la existencia de biodiversidad
nativa, endémica, valiosa y bella. Hemos delineado herramientas educativas que
nos ayuden a romper con falsas creencias, superar cegueras culturales,
empujándonos a visitar el mar, levantar sus rocas y escarbar su arena,
curiosear con jaibillas y huiros, dejando que esta vida marina nos colonice de
pies a cabeza. Una educación que nos permita reajustar nuestros hábitos
mentales, y nos permita reconocer el azul del mar, su movimiento eterno, su
bullada y compleja vida acuática.
Un auto desafío crítico ha sido la
creación de material educativo local, con especies y ecosistemas
locales…materiales todavía inexistentes en Chile. No quiero detenerme en el
hecho que hemos ejecutado más de 17 proyectos de educación, canalizado fondos
de todas partes del mundo para financiarlos, convocado y alineado a más de 30
socios locales, nacionales y globales en esta empresa, convocado a más de 40
escuelas y más de 7000 estudiantes de la región, quienes han participado de
manera directa en nuestra actividades educativas.
No quiero
detenerme tampoco en mencionar que este esfuerzo educativo no ha pretendido
nunca estar confinado a las aulas, sino a tocar a la comunidad fueguina toda.
Es así que en este proceso hemos trabajado con pescadores artesanales, con
profesores de toda la región, guardaparques, incluyendo uno de los sitios más
aislados nacionales, como es Puerto Edén, último refugio de la población
Kaweshkar.
Hemos
producido materiales con identidad local, en formatos variopintos incluyendo
libros, videos, juegos, trivias, guías de campo, coloreables, los que hemos
distribuido en números que sobrepasan los 30 mil ejemplares, haciendo esfuerzos
por incluir a discapacitados, entre muchos otros. Hemos promovido y participado
en decenas de ferias científicas escolares, creado clubes, cafés y chocolates
científicos, niños y niñas ganadores! que desde este alejado confín de nuestro
país, han logrado vencer en sus categorías a nivel local, regional e incluso
nacional. Nuestro esfuerzo ha sido reconocido por nuestros queridos socios del
Liceo Fueguino, y del Ministerio de Medio Ambiente, líder natural del tema de
conservación en Chile.
...Nada malo para un pequeño programa,
que crece a contratrapelo, capeando el viento patagónico y otros azotes no tan
naturales. Como muchos de los programas de educación para la conservación del
mar que flotan, a veces a la deriva, a lo largo de nuestra costa.
Las
experiencias educativas marinas existentes en Chile son extraordinarias.
Construidas a pulso, lejos de la urbe metropolitana, con recursos financieros
menos que escuálidos. Muchas de ellas no sólo han sido capaces de mantenerse,
sino de crecer en el tiempo. De ellas han surgido los clásicos productos
tangibles: como libros, folletos, videos educativos, los cuales sirven de
ladrillos que se utilizan una y otra vez para construir esta nueva cultura.
Pero la mayor parte de este esfuerzo son productos tan valiosos como
intangibles. Contingentes cada vez crecientes de personas con una nueva y común
visión, dispuestas a trabajar para llevar este océano de hoy al próximo siglo.
El dorado de nuestra América finalmente aflorando.
Sabemos que
nuestro esfuerzo vale la pena, pues el mar de Patagonia es una porción valiosa
del océano de nuestro planeta. En sus costas casi infinitas, alberga biodiversidad
de singular valor ecológico, que ha moldeado culturas, a la vez que hoy
sostiene diversas industrias de envergadura local y global.
Es en efecto la costa de Patagonia
una muy buena metáfora del valor y los desafíos que enfrentamos día a día, aquellos
que desde diferentes trincheras, intentamos educar sobre la importancia de
nuestro océano, promoviendo su conocimiento y conservación. Estas costas son
enormes. Vastas como todo el mar de personas que necesitamos impactar con
nuestro mensaje de conocimiento y cambio cultural. Es un mensaje que nace una y
mil veces, en cada recoveco de mar, en cada isla aislada. Pero también es un
mensaje que el viento fresco tumba una y otra vez, y que corrientes y remolinos
marinos alejan de las costas, impidiendo su buen arribo a puerto.
Ya lo vimos
en el video: iniciativas como las impulsadas en Karukinka hay muchas en Chile.
Todas diferentes. Todas similares. Programas de educación más o menos grandes,
que permanecen más o menos en el tiempo. Esfuerzos locales por generar acciones
de educación variadas, relacionadas con turismo, uso sustentable, oceanografía
y tantos otros temas. Existen a lo largo de nuestras costas cual islas de este
archipiélago.
Son escasas
las oportunidades que existen para reunir cada uno de esos mundos, menos para
trabajar cooperativamente en torno a una visión integrada de educación para la
conservación, y menos aún para sostener un trabajo de largo aliento, que
permita construir entre estas islas, puentes variados y efectivos. Parte de estos
problemas ya han sido comentados por Pablo, Miriam y Alexa. Y lamentablemente
reflejan la base de lo que quizá son los desafíos más grandes que tenemos para
abordar el tema del cambio cultural para la conservación.
Por ello, en un automandato ineludible,
ha sido la de reunir nuestra pequeña pero significativa experiencia de
educación, a otras. Más o menos Pequeñas, mas o menos elocuentes. Y hemos junto
a ellos intentado delinear una visión común, y forjar herramientas variadas. Y
hemos constatado que la única forma de escalar estas pequeñas experiencias es
reunir esos esfuerzos.
No cabe en
este proceso nada más ni nada menos que un liderazgo inclusivo, que carente de
ego, permita promover el bien común, el que llega irremediablemente cuando se conserva
el océano todo.
Como todo
cuando nace, cosas y procesos, se nace pequeño. Micro-cambios culturales hoy son
empujados por iniciativas de educación a lo largo de Chile, Estos cambios
culturales sin embargo, si son sostenidos por largo tiempo, pueden llegar a
cristalizar en obras monumentales. Por lo que si aspiramos a responder a la
velocidad requerida para revertir la pérdida del océano, es un deber de nuestra
sociedad instalar activa y rápidamente todo un Sistema educativo para el
cambio. Basado en experiencia acumulada, este sistema debe estimular la
exploración activa del mar, la integración efectiva de ese conocimiento, y el
deseo desenfrenado de cruzar la frontera de lo inalcanzable, para diseñar
soluciones tangibles a los problemas de conservación del océano.
La
responsabilidad para con nuestro océano, requiere no sucumbir ante soluciones
simples y someras. Simplemente porque ni la biodiversidad marina, ni la
educación que requerimos para su conservación son simples. Debemos aceptar que
no existe una varita mágica capaz de resolver todo este azul problema. Aún con
todas las áreas protegidas delineadas y creadas en un mapa, aún con todos los
compromisos globales firmados en un acta, aún con todas las leyes que controlen
el uso y mejoramiento del mar proclamadas, si esas declamaciones
no se materializan e instalan en nuestra cultura, estos esfuerzos no serán más
que gotas en un mar infinito.
Según ha indicado nuestro Canciller
en más de una ocasión, el gran objetivo de esta Conferencia global es lograr
que Estados y Organizaciones se comprometan con la conservación del océano.
Hemos traído
acá, por el contrario, un compromiso ya adquirido hace tiempo. Demostrado en
acciones concretas desplegadas a lo largo de Chile, implementando herramientas
clave para gatillar el cambio cultural que nos permita avanzar en la
conservación de este océano que hoy nos convoca.
También sabemos que este encuentro
global es un acto político, y venimos acá con nuestro demostrado y viejo
compromiso bajo el brazo, para
justamente eso: clamar por un nuevo pacto con la educación para la conservación
de nuestro mar. Levantamos hoy acá nuestra mano, junto a las manos de decenas
de niños y profesores de todo Chile, pidiendo apoyo para construir sobre la
visión y experiencia acumulada una educación para la conservación efectiva del
mar, y catalizar con ello los procesos de cambio que tan urgentemente reclama
nuestro océano.
Si nuestro
océano pudiese tomarse las calles, enarbolar pancartas, votar en las próximas
elecciones, su demanda educativa estaría a la cabeza de sus protestas. Y su
exigencia realista y sin renuncia, sería la de fortalecer, promover, integrar y
amplificar, las iniciativas de educación que huérfana pero poderosamente han
nacido a lo largo de nuestro país.
El
compromiso que necesitamos hoy día del mundo político global y especialmente local,
reunido en esta vitrina que mira el futuro del océano de nuestro planeta, es el
apoyo para poder fortalecer y extender estas experiencias educativas a escalas
que sean proporcionales al tamaño de los desafíos con que nos baña nuestro mar.
Desde este
foro fundamentalmente político, la educación para la conservación del mar envía
un mensaje: consigna sin sustancia no salva océanos. No protege ni permite
restaurar ecosistemas degradados. No restituye servicios ecosistémicos
disturbados. Esa sustancia y contenidos son generados por hombres y mujeres de
ciencia. Hombres y mujeres de conservación. Los que con esfuerzo, a lo largo de
Chile han reunido estos mundos en una educación con misión: la de cambiar el
rumbo de nuestro mar, aspirando con ello a llevarlo al siguiente siglo.
La realización humana llega a su cima
cuando el individuo es capaz de desplegar su potencial al máximo. Un país que
no conoce su océano, no puede ofrecer más que una vida colectiva truncada.
Imposibilitada de desplegarse en todo su esplendor, ni mucho menos de producir
todo el bienestar posible de ser alcanzado. Nuestro país debe iniciar un viaje
de auto-descubrimiento, entrando en la porción más profunda de su alma, que es
nuestro océano. Basado en nuestras experiencias, auguramos que este viaje no
solo será uno de los más grandes, sino de los más fértiles para nuestra nación.
Los esfuerzos que hemos desplegado a
lo largo de los años en estas iniciativas
educativas han requerido coraje y creatividad. La proeza de develar el
mar, el que naturalmente oculta sus maravillas bajo tules de variado azul, se
duplica al considerar los prejuicios que derivan de la ignorancia sobre su
operar, y sobre su rol en generar beneficios a la humanidad en el largo plazo.
Y es exactamente ese el secreto de todo cambio cultural verdadero: la
liberación de ataduras, la creación de la diáspora, y la remoción de los
escombros que deja la ignorancia, ahuyentando pestes tan pestilentes como la
desvaloración del mar.
Hoy
invitamos a los líderes acá reunidos, a permitirse un lujo necesario, inspirado
e inspirador: a permitir cambiar sus mentes. A dejar atrás ataduras culturales
variadas, y abrazar la evidencia acumulada por años de experiencias educativas
en torno al océano. A tomar estas nuevos y sabios lineamientos para cultivar la
nueva y necesaria mirada. Y a dejarse guiar por las experiencias educativas ya
florecidas, que cual estrellas de una nueva constelación, pueden servir de guía
en la navegación hacia el porvenir.
Este no es
un manifiesto vacío, sino que está sostenido en la experiencia acumulada por
aquellos que estamos con las manos en la masa del cambio. Ustedes lo pueden constatar en este
mismo Congreso, donde este mismo momento estamos desarrollando un campamento
científico marino, con niños de todo Chile: desde cálido norte hasta la fresca
Tierra del Fuego, cuya organización ha requerido la confluencia de grandes
cantidades de voluntades, las cuales hemos sabido no sólo convocar, sino
articular de manera cooperativa, sinérgica y finalmente hermosa, para poder
demostrar con hechos, la proclama que hoy enviamos desde esta sala.
Venimos a
decirles quiénes somos. Venimos a compartir nuestra experiencia. En retorno
pedimos vuestro complementario y simétrico compromiso…
¡Y esperamos estén dispuestos a entregarlo!