martes, 18 de septiembre de 2012

Biodiversidad chilena, la clave olvidada de la soberanía nacional


Celebramos por estos días, como hace más de 200 años, la independencia de nuestro país, un proceso en el que hemos ido definiendo un territorio, un espacio marino, y una serie de elementos (algunos oficiales y otros de facto) con los que nos sentimos identificados, y que más o menos usamos para definir lo que es ser chilenos.                                                             Sea porque somos un pueblo que se ha hecho a pedazos, construyéndonos sobre los aplastados restos de la América original; sea porque por centurias hemos desdeñado nuestros pueblos originarios; sea porque las decenas de oleadas de inmigrantes posteriores añoraron en demasía su tierra original y no pudieron ver la riqueza con que los recibía esta tierra, o quizá por otras mil causas individuales o mezcladas, la cosa es que a la construcción de nuestra nación todavía le falta el soplo final. Ese que da la vida real y no constituye sólo un pulso artificial suficiente para crear un ente, pero inútil para generar un ser. El soplo que la haría caminar erguida, con paso firme. Aquel que le haría correr la sangre caliente por todas sus venas, bombeadas con un corazón fuerte a un cerebro activo, capaz de discriminar cuentas de collar de la riqueza verdadera.
La esencia de nuestro país, tal como la esencia de una obra de teatro no son sus actores, ni es su guión, ni es la escenografía, sino que es la relación que se establece entre ellos en el momento de ejecutar la obra. Es el magnífico producto que resulta de vivir una vida en un entorno dado. Ese entorno es la matriz que permite el resto. Determina el ser o el no ser. Es el soplo inicial y final a la vida. A nuestras vidas.
La soberanía que estamos construyendo resta completar su parte más importante: integrar el enorme y rico entorno natural que se despliega de variadas formas a lo largo y ancho de Chile- marytierraincludios. A nuestra soberanía le resta anexar los territorios más ignotos: la enorme diversidad de especies, ecosistemas, poblaciones de plantas, animales, hongos, bacterias, virus, y todo lo que ellos hacen por separado y en conjunto, que habitan e insuflan vida a nuestras vidas a lo largo y ancho de Chile-marytierrainclidos. A nuestra soberanía le resta aún abatir al enemigo más fuerte que tiene Chile: su ignorancia y desdén sobre el entorno natural (o biodiversidad) que sostiene cual fértil e irrigado útero, a toda nuestra nación. Y que podría permitir el nacimiento de un nuevo Chile, con una expectativa de vida mayor y mejor que a la que podremos aspirar hoy.

Resulta difícil captar algo tan gigante, al mismo tiempo tan frágil, a la vez que tan crucial para la vida de nuestra nación como es la biodiversidad que la sostiene. Pero que existe. Es difícil más aún considerando que el camino que hemos recorrido hasta ahora ha sido a espaldas de ella. Hemos llenado nuestras vidas de especies que no son nuestras, las cuales hemos instalado en plazas y parques a lo largo de Chile. Nuestros textos de estudio y cuentos infantiles están plagados de relatos de especies lejanas. Salvajes selvas y animales africanos, escenarios de otras vidas y otras naciones. Hemos construido un país a jirones, con trozos prestados, raídos y desgastados.
Resulta particularmente difícil medir el enorme valor de algo que desconocemos. Y que por lo mismo, no hacemos ni el más mínimo esfuerzo por conocer. Un ciego con ojos sanos...cómo es posible iniciar su proceso de curación!

Estamos en eso. Yo estoy en eso. Y por lo mismo sólo puedo pensar en que la construcción de nuestro país está en eso: en construcción. Y que la cáscara de esta joven nación que hoy tenemos debe ser completada con su interior: la más pura y chilena savia que pueda existir nunca -su biodiversidad. Diversa y desconocida. Amenazada y desconocida. Rica y desconocida. Única y desconocida.

Pensando en las celebraciones dieciocheras del futuro, a 200 años de distancia de hoy día, sólo puedo estar cierta de una cosa: sea cual sea la identidad que tengamos como país, podremos llegar a esas celebraciones si tenemos vida en nuestras venas. Y que esa vida -nuestra biodiversidad- es nuestra mayor riqueza. Y es nuestro deber comenzar a vencer hoy aquellos enemigos internos que nos impiden verla, atesorarla, restaurarla y honrarla.