Un pesar muy grande se instaló en mi corazón esta semana, luego de la agresión y finalmente muerte de Daniel Zamudio. Pues ella fue una constatación brutal del mundo equivocado en el que estoy. Este mundo tan alejado de aquel en el que me gustaría vivir… y al cual me enfrento día a día: con mi trabajo, educando a mis hijos contra la corriente, leyendo y escuchando lo más que puedo… y respirando profundo de cuando en cuando, para no sucumbir del todo frente a la desesperanza.
Esta mañana mientras caminaba por la feria sintiendo el anómalo sol de Abril sobre mi cabeza, miraba a mi alrededor y sentí nuevamente esa incómoda sensación que había nacido en un mundo equivocado. Mi cuerpo se movía como el de cualquier otro mortal de la feria, pero mi mente y corazón estaban, como muchas veces, en un mundo diferente. En el mundo que querría estar: consciente sus gentes de si mismos y sus paisajes, conocedores de su historia y patrimonio. En ese mundo habría un espacio privilegiado para el bien común, y la razón para llegar a ese bien estaría por sobre mezquinas visiones. En mi mundo la cooperación y el respeto por los otros serían conductas normales: dentro de cada casa, cada espacio de trabajo, cada escuela o mercado. En este mundo habría grandes espacios de silencio, y reflexión, y los espacios públicos no estarían invadidos por terminales de video mostrando interminables escenas de violencia, y agresiones veladas de todos contra todos. Pero por sobre todo el mundo que anhelo es aquel en donde natura, de la que dependemos como feto de su madre, es vista como tal y custodiada en cada rincón, por cada persona, vecina, empresaria, funcionaria, o quien fuere.
2 comentarios:
Barbara, me permiti compartir tu publicacion porque me hizo sentido.
Un buen dia
(no se poner acentos con este compu, te los debo)
Gracias cfurrianca...tengo la sensación que muchos sentimos lo mismo. Y en honor a tantos vejados por la discriminación negativa, espero que lleguemos al siglo XXI de tolerancia pronto.
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