Las cumbres de Los Andes, desde Arica a Tierra del Fuego, están
coronadas por gélidas gemas glaciares, que dan vida y sostienen los ríos que
nutren nuestro país. Las montañas de Chile sostienen los ecosistemas boscosos
más extraordinarios de esta parte del mundo incluyendo: el maravilloso bosque
esclerófilo, la sobrecogedora selva fría, o los vastos bosques templados de
Patagonia.
Es esta biodiversidad la que ayer y hoy (y esperamos que mañana) ofrece servicios claves para el bienestar de nuestra población, incluyendo: el suelo y agua que sostiene la agricultura que nos alimenta; la minería nuestra de cada día, o la industria forestal nacional.
El valor del patrimonio
montañoso de Chile se va los cielos, si consideramos el deleite permanente que
ella ofrece a nuestros ojos y espíritus. Cada vez que subimos un cerro,
admiramos un colosal bosque de alerces o araucarias, refrescamos nuestros
corazones a los pies de una cascada, o simplemente sentimos el aleteo de los
cóndores sobre nuestras cabezas.
La montaña nos ha provisto de papas, choclos, ganado, piñones, yareta,
rica-rica, tejuelas, quínoa, hielo, agua fresca. Nos ha refrescado con su
viento, ha albergado poetas. Será esta misma montaña la que servirá de refugio
o corredor para resistir o escapar de cambios futuros, como el climático. Somos
hijos de Los Andes, somos padres de su destino.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario