Facing an undeniable climate and
biodiversity crisis, we may tend to think that there is nothing more than an
obscure future…and that such a dark and dry future is the best one we can aspire
to.
We even have been taught that the
future is something we don’t have the key to knowing. Or creating.
But the truth is that after our
collective 600 years of learning, experiencing, imagining, and constructing, we
actually know how the future can be ignited and transformed into infinite
possibilities. And we can do so by conserving our peatlands locally, now.
Today, Global Peatland Day in 2022, we
are bringing here a plan: The Venice Agreement. A memory of a future that can
be. A compass to get lost in the finding of new worlds, new imaginations, and
new futures.
Today The Venice Agreement starts to
exist. The wisest, truest, most committed, most
experienced, most tangible,
most real, most diverse, and, above all, the strongest call for the recognition,
appreciation, and effective care of peatlands in each territory of this planet.
We aspire to The Venice Agreement can
help free peatlands, can help them be seen in plenitude, help them to remain
alive, and get involved in conversations that must never end: between
peatlands, between people and peatlands, about possible futures, and future
human well-being.
The degradation of our planet and its
peatlands may ultimately be the failure of imagination, eclipsed by
accountability systems that are not able to account for what really matters.
And peatlands matter. By capturing carbon, they matter for climate change
mitigation. By storing and purifying water, they matter for producing food,
materials, and medicines.
By being, they became our ancestors,
and in the future, they can sustain lives and livelihoods forever.
The tyranny of quantifiable
distinguishes what can have monetary value, over those things we cannot
assign value: private over common, efficiency over enjoyment and quality of
life, utilitarian over the mysteries and means, and the treasure of having a
purpose, being courageous, to make human life worth living. Through a
collective work like the Venice Agreement, we invite each one of us to live the
infinite lives of biodiversity and nature. Forever.
The tyranny of language is in part the
failure of language and the speech to describe complex, subtle, fluent, and
ubiquitous phenomena of life. Like peatlands. The Venice Agreement invites us
to create new languages to name those things that need to be named. Things that
need to be known if we expect to live, and let peatlands live a good living
around the globe.
The Venice Agreement is full of
stories, like mine, like Randy’s, like Hans, like Camila’s and Nancy, Suzanne,
Jane, Jan, and so many others, who gathered here and around the world to share,
and who now start to become part of an explosion of former silent stories, who
can now be told, be learned and exist all over the world.
The Venice Agreement is released today.
And like Pandora’s Myth, it is released to the entire World, locally. Unlike
that Myth, Hope is what we are releasing first, along with knowledge,
inspiration, love, and joy. Thanks to our commitment, unlike that old and
well-known story, all these virtues are never to be put in a cage again.
Celebrating Global Peatland Day today,
we invite you to join and add to this peatland protection movement on this vast
planet of ours. We invite you to dissolve the cultural, financial, and social
barriers, and assume the evident ecological fact that we all depend on nature,
and the ethical/practical need to care for peatlands.
Let experience be bigger than
knowledge. Let different experiences feed different "knowledges". Let peatlands
feed our futures. Let peatlands be our future. Everywhere.
I thank you all from the deepest and
darkest of my peatland heart.
*Closing speech presented for the launch of The Venice Agreement, Venice, Italy, June 2, 2022.
¡Hoy es
un momento especial porque estamos celebrando un nacimiento!
Al mismo
tiempo es un aro en un largo camino que venimos recorriendo desde hace rato, un
montón de personas y organizaciones de la más diversa índole, cuyo origen exacto
es difícil de precisar.
En mi mente,
puedo imaginar que la gestación de esta criatura se conecta a la primera Reunión
Regional sobre Fondos de Conservación en Chile que TNC organizó tiempos
pre-históricos, en algún momento previo al 2009.
O
sospechar que algún aliento le pudo haber insuflado Ricardo Bosshard de WWF por
allá por el año 2012 cuando intentó mover la creación de un Fondo para nuestro
país.
O soberbiamente
pensar que WCS-Chile fue el responsable de esto cuando de la mano del MMA del
2017 con Ale Figueroa y Diego Flores, conectamos con el Fondo más famoso de la
Región: Costa Rica por siempre.
La
verdad es que estos no fueron sino aprontes que pudieron haber quedado en el olvido,
de no ser por la materialización de la transformación más clave para la
conservación: que es la colaboración efectiva.
Esto
ocurrió verdaderamente el año 2018 cuando estas organizaciones nos reunimos en
torno al liderazgo y amparo del Ministerio de Medio Ambiente, quien nos convocó
junto a Oceana, y otras agencias del Estado como CONAF y Sernapesca, a iniciar
un proceso estratégicamente cuidado que nos permitiera crear de una vez por
todas este organismo que hoy ve la luz: El Fondo Naturaleza Chile.
Su
gestación tomó cerca de cuatro años, y fue el producto de la convergencia,
unión y por qué no decirlo amor y compromiso de muchas personas e instituciones,
quienes trabajamos con visión y entrega, logrando articular nuestras diversas capacidades,
sortear notables escollos y desplegar paso a paso un trabajo sistemático, permanente,
y efectivamente colaborativo, el que esperamos sirva de impronta a este nuevo
ser.
El paso
que hoy estamos dando podría parecer pequeño…una fundación más…qué más da? …Por
lo que es relevante recordar lo que verdaderamente está en juego acá.
Lo
primero es reconocer que la biodiversidad (una definición actualizada de lo que
antes entendíamos por naturaleza), es la única base biofísica que permite y
sobre la que se sostiene toda la vida humana y, por ende, cada una de sus
manifestaciones, sea ella social, cultural, y por supuesto económica.
La biodiversidad, abarcando desde sus genes, especies, y
ecosistemas, conforma un andamiaje ecológico que permite mantener aquellos procesos
fundamentales para el bienestar presente y futuro de nuestra sociedad. Y es
justamente en medio de dicha trama ecológica donde nos anidamos los seres
humanos, nuestras culturas y nuestras sociedades.
De este entramado ecológico obtenemos todo lo necesario para
satisfacer nuestras necesidades: alimentos que tomamos o cultivamos desde
ecosistemas terrestres, marinos y acuáticos. De esos mismos ecosistemas depende
la producción del oxígeno que respiramos, la purificación del aire, la
generación y mantención de suelo. Es esta trama natural y viva la que nos provee
materias primas esenciales para construcción, medicinas, energía. En tiempos de
cambio climático, es esta misma biodiversidad la que permite el control de
inundaciones o aluviones, la amortiguación de olas de calor en ciudades como
Santiago, la vital producción y mantención de agua dulce, la masiva captura de
CO2 desde la atmósfera, y más importante aún la generación de posibilidades de
adaptación a las poblaciones humanas a un mundo cada vez más caliente y seco.
A pesar de su importancia la especie humana ha modificado y
degradado hasta lo impensable la biodiversidad, creando nuevos hábitats para sí
misma como ciudades, cultivos, plantaciones, estepas ganaderas, parcelas de
agrado, desconociendo que nuestra mera presencia y bienestar dependen finalmente
de la existencia de naturaleza y biodiversidad íntegra y sana. En todas partes.
Ese es el objetivo de la conservación de la biodiversidad, y este Fondo suma, a
la todavía escuálida caja de herramientas para la conservación existente en
nuestro país. Y que requerimos fortalecer con urgencia.
Al mismo
tiempo debemos reconocer que la biodiversidad es una matriz ubicua, que se
despliega en los territorios y maritorios, y nosotros como humanos somos sólo
una especie entre los millones de otras taxa que conforman y dan vida a
ecosistemas en cada rincón de nuestro país: nuestros mares, lagos, ríos,
riachuelos, esteros, océanos, estepas, bosques, humedales, fosas oceánicas,
cumbres altoandinas, turberas, salares, y muchos otros. Cada uno de ellos
constituyen ecosistemas más o menos diversos, altamente complejos, pero por
sobre todo idiosincráticos, propios de cada territorio, resultado singular de
historias co-evolutivas antiguas, únicas e irrepetibles. Incluyendo nuestras
historias humanas.
Dependemos
como individuos y como sociedad de esta interrelación básica, indisoluble y
vital que existe entre humanos y biodiversidad, la cual es la piedra angular
sobre la que se sostiene nuestro sistema socio-ecológico nacional.
Y es
justamente en dicha articulación, en ese mismo ángulo conector que el Fondo
Naturaleza Chile espera focalizar su trabajo, canalizando recursos hoy escasos
o simplemente inexistentes para traccionar adecuada conservación en los
territorios, de la mano con las comunidades que día a día experimentan su
propia degradación por el deterioro de esta matriz natural. Y sumando a los
esfuerzos del Estado de manera colaborativa y articulada, en pos de objetivos
compartidos.
Pues no
es difícil entender que la naturaleza y biodiversidad de un país constituye su
bien común más relevante y necesario de y para toda su gente. Más aún, su condición
sistémica e integrada nos obliga a su custodia compartida.
Podemos creer
observar o definir límites en la naturaleza, como pueden serlo el borde de un
lago, las altas cumbres de una cordillera, o la ribera de este o aquel lado de
un río, o una cerca de madera, o peor aún, una cerca electrificada. Se puede delimitar
un puñado de árboles, o confinar en una red una masa de peces variados, que son
recursos que obtenemos de la naturaleza, pero nunca podremos apropiarnos de la
biodiversidad en su conjunto.
Todos y
cada uno de los límites que nos esforzamos por levantar son imaginarios. Pues
la biodiversidad, debido a su condición sistémica, está evidente o
solapadamente siempre en conexión con otros factores, sean ellos vivos o
inertes. Más aún, su integridad depende de la mantención de dichas conexiones las
que le permiten persistir y florecer en el espacio-tiempo.
Tan
evidente como lo anterior, es reconocer que las amenazas que degradan
biodiversidad tampoco reconocen aquellos límites antrópicos. Por lo que factores
degradantes como contaminación, fuego, especies invasoras, interrupción de
ciclos naturales como el del agua, tienen efectos a nivel de sistema, tocando
por igual, tarde o temprano, aquel trozo de naturaleza que creímos “nos
pertenecía”. Y por lo mismo, los esfuerzos de conservación sólo pueden ser
efectivos si se realizan en colaboración, de manera coordinada e integrada.
Es quizá este mensaje, que
también es un ejemplo concreto, el subproducto más importante que nace de la
mano con el Fondo Naturaleza Chile, pues hemos cuidado especialmente que su
estructura refleje la integración propia de la naturaleza, dando espacio para
la reunión de diferentes actores de nuestra sociedad y territorios. Es así que
tanto su Directorio como su Consejo, -elementos esenciales de la gobernanza del
Fondo Naturaleza Chile- están mandatados a contar con la presencia de
diferentes actores societarios: pueblos originarios, academia, sector privado,
ONGs, quienes con equidad de género deberán articularse con el Estado de Chile
para gatillar y monitorear acciones que vayan en favor de la conservación
efectiva de la invaluable biodiversidad de nuestro país. La protección de este
bien común tiene el mandato natural de la colaboración y debe incluir el
interés y quehacer no sólo del Estado, sino de personas e instituciones que
puedan desplegarse y permanecer en la tarea de conservación a lo largo y ancho
de Chile.
A pesar de su juventud, el
Fondo Naturaleza Chile no está solo, pues nuestra biodiversidad es una puerta
abierta a América y el Mundo. América Latina y el Caribe es la región más rica
de biodiversidad del planeta. Sólo América del Sur posee más del 40% de la
biodiversidad del mundo, más del 25% de los bosques, parte importante de sus
océanos. Por siglos la biodiversidad de Latino América ha provisto alimentos,
medicinas, y un sinfín de coloridos y valiosos productos al mundo. Hoy es una
pieza clave para la regulación climática global, posee las mayores reservas de
agua dulce del mundo, y ofrece los mayores y mejor conservados ecosistemas para
mitigación y adaptación al cambio climático.
Los Fondos Ambientales
tienen una larga existencia en nuestra Región, estando presentes en 20 países, para
un total de 27 fondos que han movilizado US$1,4 mil millones de dólares hacia
la conservación. El Fondo Naturaleza Chile ya forma parte de esta familia, ha
recibido guía directa de uno de sus miembros más importantes: el Fondo Mexicano
a través de su director de 25 años Dr. Rosenzweig, y que lleva décadas de
exitoso funcionamiento. Esperamos apoyar y catalizar el crecimiento de este
Fondo bebé al alero de la Red de Fondos Ambientales de Latino América y el
Caribe, RedLac.
Así como la biodiversidad
está en la base de nuestra sociedad, su conservación es esencial para la
sustentabilidad. Justamente el desafío de la sustentabilidad planteado hace 36
años por Bruntland, es una urgencia permanente y cada vez más evidente en este
mundo hiper-degradado, hiper-caliente, y más encima pandémico.
Debemos recordar que la tan
mencionada sustentabilidad es un desafío que consta de dos partes: la primera
es ecológica, y nos mandata a reconocer los límites de la naturaleza, haciendo
un uso presente de la biodiversidad que no afecte negativamente el bienestar de
generaciones por venir. Esta es la cara más conocida (aunque ciertamente aún no
lograda) de la sustentabilidad, y debiera ser motivo de urgente y dedicada
preocupación en un país como Chile, que hoy tiene la mitad de sus ecosistemas
degradados o vulnerados, que tiene una riqueza cultural magnífica, y una
economía que más encima depende muy directamente de la comercialización de una
serie de recursos naturales que son provistos o sostenidos por nuestra biodiversidad.
Pero debemos traer a la
memoria, la segunda parte de aquella invitación de Brundtland: que es su
mandato social, el que se refiere a la construcción de equidad, como un fin y un
mecanismo esencial de sustentabilidad, el que lamentablemente ha permanecido en
segundo plano. Una pieza no funciona sin la otra, pues en su conjunto son las
que constituyen el engranaje mínimo de la máquina de construcción de
sustentabilidad.
Y es por ello que
acertadamente el Fondo Naturaleza Chile tiene como foco los territorios y sus
gentes, y espera crecer y ayudar a canalizar recursos a acciones de
conservación efectiva en aquellos espacios donde día a día se trenza, remienda
y protege la matriz socio-ecológica chilena.
Celebramos hoy día entonces
el nacimiento de este Fondo Naturaleza Chile no sólo pensando en biodiversidad,
sino como un aporte con base ecológica a la construcción y fortalecimiento de
nuestra democracia. La presencia ubicua debiodiversidad en nuestro territorio, precisa de acciones de conservacióndescentralizadas y articuladas
directamente con las comunidades que habitan, dependen y custodian este
patrimonio natural que es a la vez propio y compartido. Por ello la tarea de
conservación resulta esencial para la construcción de una sociedad sustentable,
que sea ecológicamente sana y socialmente justa.
Como muchos recién nacidos afortunados,
este Fondo viene con una marraqueta debajo del brazo. Ello gracias al respaldo
del Congreso a través de actores como el Senador Lagos, quienes apoyaron al
Ministerio de Medio Ambiente en la apertura de una glosa que permitirá sostener
su primer año de vida y ayudar en sus primeros balbuceos. Como aquella princesa
de cuento, el Fondo Naturaleza Chile posee además una serie de padrinos locales
y globales que ayudarán a nutrir y fortalecer su existencia en sus primeros
años de vida. Entre ellos organizaciones que ya han hecho, y esperan seguir
realizando contribuciones como Packard, WWF, el BID, que aportaron a su
gestación silenciosa.
La tarea de los Fondos
ambientales no se restringe sólo a entregar plata, sino que más importantemente
ayudan al Estado con la generación de capacidades y el levantamiento de
estándares de conservación. Nuestro Fondo Naturaleza Chile nace con un programa
de conservación marina que cuenta con un diseño detallado que articulará la
implementación y gestión efectiva de la red de áreas marinas protegidas de
nuestro país, la quinta más grande del mundo. Y que al día de hoy tiene un
forado de financiamiento superior al 98%.
Siguiendo los estándares
más avanzados de conservación, el programa de áreas marinas protegidas del
Fondo Naturaleza Chile fue construido codo a codo con Sernapesca y el MMA para
definir las acciones que son prioritarias y estratégicas para llevar las
declaraciones de conservación del océano a realidades territoriales, esperando impactar
en los próximos años cerca de un 80% de las AMP de Chile. Saltar del dicho al
hecho, es el verdadero desafío actual para la conservación de la biodiversidad
chilena y global. Y el Fondo Naturaleza Chile espera ser un buen punto de apoyo
para ayudar en ese salto.
Han podido darse cuenta que
la gestación y nacimiento de este Fondo ha sido un esfuerzo singular y hermoso,
que ha requerido de compromiso y capacidades Institucionales como las que ya
comenté, las cuales sólo existen cuando hay personas de carne y hueso que hacen
la pega. Asumiendo el riesgo de dejar alguien fuera, quiero agradecer acá
justamente a las personas que ejecutaron esta movida: Juan José Donoso, Diego
Flores, Laura Cussen, Constanza Rodríguez, Claudia Silva, Richard Torres,
Francisca Bardi, Rodrigo Catalán, Liz Van der Meer, Soledad Tapia, Ricardo
Sáez, Rodrigo Guijón, Monserrat Moya.
Agradecer a los miembros
del Directorio Provisorio Kathy Barclay, Francisca Tondreau, Erik Heyl, Michael
Grasty, Eglé Flores, David Silva.
Quiero agradecer y dar la
bienvenida al Directorio del Fondo: Hema'ny Molina, Dominique Hervé, Andrés
Antivil, Antonio Lara, Laura Ortiz, Leo Prieto; así como a los 22 miembros de
Consejo Ciudadano del Fondo Naturaleza Chile que lo apoyará desde diferentes
partes de nuestro país.
Agradezco muy profundamente
a todas esas personas que han puesto su empuje y corazón en esto, incluyendo muy
especialmente a Carolina Schmidt y a Maisa Rojas.
Este Fondo resolverá todo?
No. Nada lo hará. Pero marca un camino diferente, que esperamos sume a otras
acciones públicas y privadas, locales y globales, que empujen y converjan a
procesos de transformación que terminen en el cuidado permanente y mutuo de la naturaleza
y las sociedades. Este por lo demás es el mandato de las organizaciones
globales especializadas como IPBES o IPCC, tan connotados por estos tiempos.
Bueno…les he contado del
camino que hemos recorrido.
Mirando hacia el futuro,
sólo puedo desear una larga vida al Fondo Naturaleza Chile. Y comprometerme con
su continua construcción y mejora.
Con visión y trabajo
integrado, esperamos que el Fondo Naturaleza Chile pueda crecer, e ir sumando
apoyos financieros que le permitan canalizar más y mejor financiamiento a la
tarea de conservación cada vez más necesaria y urgente en todo Chile: desde
Visiviri a Tierra del Fuego, desde las altas cumbres andinas hasta las
profundidades de la Fosa de Atacama, desde el mismo borde continental hasta la
magnífica Rapa Nui.
Un clamor de natura que hoy
encuentra un eco en el Fondo Naturaleza Chile, y que esperamos reverbere en la
comunidad nacional de conservación de biodiversidad para dotar con fuerza y
nuevo empuje a nuestra esencial naturaleza chilena.