Agradecimientos y Alegrías para todas y todos
los que nos acompañan esta mañana!
¡Hoy los invito a celebrar la biodiversidad! La mayor singularidad conocida hasta
ahora en nuestro universo, tan maravillosa como compleja, tan ubicua como
idiosincrática. La biodiversidad que permite nuestra propia
existencia, y nos conecta ecológica y evolutivamente con cada manifestación de
vida pasada y futura de nuestro planeta.
Sea en formato de individuos desdentados,
comunidades indígenas, grandes empresarios, compañías, sociedades científicas o
agrupaciones sociales, Estados, economías locales o globales- los humanos no
podemos SER, ni menos aspirar a prosperar a espaldas de natura.
Pues tal como que existe la ley de gravedad y
que la tierra no es el centro del universo, las ciencias han demostrado que
humanos y naturaleza, gentes y océanos, pueblos y su patrimonio natural,
confluyen en un mismo sistema: donde lo ecológico y lo humano conforman un
entramado socio-ecológico, que es a la vez complejo, indivisible,
cambiante-histórico, y por sobre todo diverso.
Con varios años acumulados de experiencia en esta práctica, reconozco algunas claves (todas obvias por cierto), que pueden guiar el proceso de la conservación a buen puerto, incluyendo: asumir la complejidad, abrazar la incertidumbre, diseñar/implementar procesos que permitan aprendizajes compartidos y mejoras sucesivas, impulsar estos procesos a escala local –con actores relevantes de manera transparente- y conectarlos con fenómenos de orden global…y por sobre todo…entrar en estos procesos de manera colaborativa.
Nuestro mundo, sin embargo, ha
seguido a ojos cerrados aquella idea que la competencia es el motor más
importante de cambio, bienestar, desarrollo y más. Teorías como la evolutiva
darwiniana, pasando por el libre mercado, se basan en el supuesto que mientras
más y mejor compitamos, “más mejor” seremos.
Con
el devenir de la humanidad se han ido derribando muchos de estos paradigmas,
constatando que muchos de estos supuestos están lejos de ser verdaderos. Ocurre
lo mismo con la competencia, cuyas consecuencias de aplicarla a todo quehacer
humano a rajatabla han sido nefastas. No sólo para los humanos, sino para la
miríada de otras especies con las que compartimos este planeta. Y de las cuales
dependemos, tal como la Tierra depende del Sol.
Muy
por el contrario, la evidencia de la vida –la biodiversidad- nos viene
mostrando hace tiempo que la colaboración parece ser por lejos el mayor
generador de valor y bienestar. El más grande motor de avance y progreso. La
existencia de seres complejos como los humanos por ejemplo, no podría ocurrir
si no existiese colaboración e íntima vinculación entre células y órganos de
nuestro cuerpo.
Se ha propuesto que la colaboración en su grado máximo: la simbiosis, por ejemplo-donde un organismo no puede existir en ausencia del otro- habría permitido complejizar las células primitivas, facilitando la integración de la maquinaria fotosintética o respiratoria en plantas y animales complejos, y con ello gatillando el estallido brutal de vida que cubre todo nuestro planeta.
….Tarea
espinosa esta de la conservación…por decir lo menos… en un país (y mundo) que
ha se ha empeñado en promover un falso antagonismo entre humanidad y natura, y
que como corolario de aquello ha sido ciego a la extensión natural de su propia
existencia.
En
Chile por ejemplo, esta ceguera nos hace creer que las plantaciones son
bosques, que los conejos son
animalitos propios de nuestros campos, alimenta nuestro imaginario de que la naturaleza
es algo que está por allá lejos, en Patagonia, distanciada de nuestras ciudades, de nuestros cultivos, alejada de
nuestro diario vivir…
Lo
más errado y preocupante de esto, es que pensamos que el bienestar humano y las
actividades económicas que realizamos son cosas que podrían vivir y florecer en
espacios vacíos, desprovistos (y no dependientes) de especies o ecosistemas...cuando es justamente el reconocimiento de esta relación
de dependencia de sociedades y economía con la salud de la naturaleza, el punto
de partida para comenzar a ordenar y dirigir más efectivamente los esfuerzos que
estamos realizando como humanidad.
Tal es el caso de la Agenda 2030 que fija un
rumbo global respecto al desarrollo, instando a los países a
intensificar sus esfuerzos para terminar con la pobreza, reducir
la desigualdad y luchar contra el cambio climático. Esta agenda se resume
en 17 Objetivos de Desarrollo, cuyo ordenamiento jerárquico natural pone en la
base aquellos relacionados con conservación, a la vez que reconoce el rol de
las empresas, destacando la necesidad de un trabajo cooperativo público-privado
para alcanzar estos objetivos.
Estas declaraciones son fáciles de hacer desde un think tank, una casa de estudios, o incluso un Directorio, pero “otra cosa es con guitarra”… cuando tenemos que hacer carne estas ideas en la realidad, involucrando a instituciones variadas, compuestas por personas variopintas, cada una (institución/persona) con sus propios objetivos y métodos, historias, capacidades, … la marcha se pone complicada…y lo que ocurre muchas veces, es que a pesar de las buenas intenciones…los excelentes y declarados principios…las cosas no funcionan y no obtenemos los resultados esperados. Esto genera frustración y profundiza la desconfianza propia y colectiva de poder salvar un nuevo o similar desafío.
La
tarea de conservación se basa y requiere colaboración. Y estoy convencida que
el mayor cambio cultural que debemos enfrentar para poder resolver la crisis de
nuestra biodiversidad (y de las otras asociadas a ella), pasa por promover y
contagiar la colaboración dentro de nuestro país…y fuera de él.
Lo
que he constatado en mi propio camino…a fuerza de probar-fallar-volver a
intentar, es que en cada Institución -pública, privada, local, global- existen
personas que miran el mundo de manera colaborativa. Y otras que no. Existe
en todo lugar seres que reconocen la necesidad de sumar esfuerzos y de invertir
su trabajo en la generación de bien común. Y otros que no. En
cada espacio humano hay individuos que intentan construir en base a
conocimiento compartido, a la vez que hay otros que imponen sus planos
arquetípicos a como de lugar. Existen
los sujetos que trabajan para la foto y el informe de cumplimiento, al mismo
tiempo que otros lo hacen mirando más allá de si mismos, intentando impactar positivamente
la porción de realidad que les compete o interesa.
Manuel Moller y Diego Rigo-Righi, CEO y COO de Preserve in Community |
Son los que yo llamo los
"mutantes colaborativos"… que tal como las modificaciones que afectan
el ADN y que son el sustrato mínimo necesario para que opere la evolución, se
transforman en la humana clave para materializar los anhelados cambios por los
que clama hoy la humanidad.
...Entonces,
si aspiramos a tener la opción de transformar nuestro mundo, esperando llegar a
uno mejor, sólo nos queda identificar y promover estos mutantes, y dejar
florecer a través de ellos la cooperación. En todas sus formas. Que aflore y
brote por cada rendija nacional. Sumar a sus causas, aprender de sus prácticas.
Construir
con estos mutantes los proyectos que necesitan ser construidos. Cada uno un
reguero de sinergia. Cada uno un agente de contagio. Inoculadores de
mutualismos, reciprocidad, entrega y más. Nodos humanos de redes
transformadoras. Impactando comunidades y catalizando la transmisión de este
extraño y necesario virus de la cooperación. Impulsando su propagación incluso
más allá de las comunidades humanas…
Manuel Moller y Diego Rigo-Righi, y gran parte
de los aquí presentes, son ejemplo de estos mutantes. La semilla de PIC que nos
han invitado a sembrar hoy nace de esta extraña y poderosa innovación que es la
colaboración.
Nosotras, mutantes expertas en las teorías de conservación de biodiversidad y con años de carrete acumulado en su práctica, no podemos sino sumar a su esfuerzo. Disponer nuestra experiencia para alimentar esta semilla, y servir de sustrato para hacerla crecer e idealmente ayudar a su propagación.
El desafío de la conservación de nuestro país
nos une. Y gracias a PIC esperamos potenciar este llamado a la colaboración de
verdad. Sumando nuestra capacidad y experiencia para catalizar la
materialización de la conservación efectiva, necesaria para hacer funcionar a
los millones de hectáreas de mar y tierra que hoy declara proteger nuestro país.
Muchas gracias. ¡La invitación y el compromiso ya están hechos!