La ciencia
de la conservación es una disciplina joven que nace para enfrentar el problema
global de pérdida de biodiversidad, que quizá es el desafío más grande y menos
conocido que encara hoy la humanidad. Nombrada antes como naturaleza, la
biodiversidad es la matriz que genera y sostiene la vida que conocemos ahora, especialmente la humana. Nuestra sobrevivencia como especie
depende de la existencia de toda la variedad de organismos que puebla nuestras
tierras y mares. Pues directa o indirectamente todo lo que comemos, respiramos,
tomamos, vestimos, usamos, proviene de la biodiversidad. Y nuestra Tierra, como
nunca antes, enfrenta actualmente la pérdida masiva de su naturaleza: sus especies
y poblaciones, y los procesos ecológicos que ellas realizan.
La ciencia
de la conservación se nutre de diversas ciencias, tanto del ámbito biológico
(por ejemplo, genética, ecología) como social (antropología, sociología) y, a
diferencia de otras disciplinas, su objetivo final va más allá de la academia,
intentando recuperar la biodiversidad en el mundo real. En toda su riqueza. En
toda su complejidad. El desafío para la conservación entonces es doblemente
colosal: por un lado, desarrollar aquellos instrumentos que permitan reducir o
incluso revertir la pérdida de capital natural, y aplicarlos en cada rincón del
planeta que sea necesario de manera efectiva. Así, esta ciencia aplicada al
mundo real, no sólo debe lidiar con la casi infinita y maravillosa variedad de
la naturaleza, sino que debe navegar el extraordinario mar de las personas,
tanto o más diverso que la biodiversidad misma.
En un mundo
dominado por la huella humana,
es un escaso privilegio contar con extensiones masivas y poco intervenidas de
biodiversidad. Patagonia es una de ellas, y Karukinka una singular gema
verdazulada que la corona en Tierra del Fuego, pues en sus 300.000 hectáreas
alberga los mejores bosques que existen en el mundo a esa latitud, y se baña en
un fiordo majestuoso y rico en vida
costera: el Seno del Almiranzago. Es Karukinka el área protegida privada más
grande que existe en esta isla. Es Karukinka el más grande laboratorio natural
para ensayar formas de hacer conservación en Patagonia. Necesarias y todavía
desconocidas herramientas esperan en sus bosques el momento de ser develadas, y
con ello impulsar la maravillosa diversidad de esta isla a los siglos por venir.
Karukinka
es un fin de conservación en
sí mismo, del más alto valor a nivel global. Es, a la vez, un medio para
desplegar en plenitud la práctica de esta ciencia, sustentada en conceptos
fuertes, aplicada con el intenso realismo de la realidad local. Karukinka, en
su honesta búsqueda de claves para este trabajo, ha comenzado a realizar el
camino más desafiante para la conservación: el de integrar de manera explícita
y orgullosa otras formas de aprehender el entorno, como es el arte. Sabemos que
la variedad de miradas puede dar cuenta del complejo todo que necesitamos
preservar. Y que el diálogo diverso, cándido y desprejuiciado puede ser fértil
campo para sembrar y hacer crecer la semilla de la cultura de la conservación. Con la
esperanza que se enraíce en Tierra del Fuego, y que sostenga el árbol de la
vida de Karukinka y del resto de Chile. Esperamos doblegar no sólo castores,
sino sobre todo cegueras y temores variados. Liderados por Camila Marambio, Ensayamos en Karukinka este diálogo de ciencia y arte. Desde el corazón del bosque y con
la fuerza del viento fueguino los invitamos a sumarse a él.
Publicado en Revista La Panera Vol 39, 2013: 13.
Fotos Guy Wenborne, Felipe Custer