lunes, 15 de mayo de 2023

Parque Karukinka un enorme laboratorio para la práctica científica de la conservación*

*Discurso por Reconocimiento del Parque Karukinka como un Área de Interés Científico con fines Minerios (9 Abril, 2015)

Ministra Aurora, Intendente, Gobernador, Alcalde, otras Autoridades regionales, colegas de WCS, vecinos y amigos de Karukinka. 

Discurso frente a autoridades, vecinos, personal de WCS.
Abril, 2015, Parque Karukinka, Tierra del Fuego, Chile
Este es un día muy especial y esperado para nosotros. Hace una década casi exacta, arribamos a Tierra del Fuego para traer nuestra visión de conservación a Chile: una mirada nueva, abierta, integradora, que sumara al esfuerzo común de desarrollar nuestro país. Aportando con herramientas de la conservación de biodiversidad, tan desconocidas como críticas, para avanzar hacia la sustentabilidad.

Nuestro caminar ha sido virtuoso e inspirador. Nuestra presencia acá hoy, un puñado de mujeres y hombres chilenos, de origen variado, congregados en uno de los valles más hermosos de Tierra del Fuego, es una linda y fría metáfora del camino que hemos recorrido, y sobre todo de la senda que estamos abriendo para el resto del país.

El Ministerio de Minería, que lidera la actividad económica más importante de Chile, la materialización del paradigma de nuestra economía que hace uso directo de los recursos naturales, entrega a Karukinka una herramienta para avanzar en la conservación de sus ecosistemas de turberas, los humedales más importantes de esta parte del mundo.

Con Ministra de Minería Aurora Williams.
Abril, 2015, Parque Karukinka, Tierra del Fuego, Chile
Se reúnen hoy en este valle estos dos polos, erradamente considerados antagónicos, de la producción y la conservación.  Aunque poco reconocidas, las relaciones entre la conservación de la biodiversidad y la producción y bienestar de la población son tan variadas como significativas. 

La anónima verdad es que la biodiversidad provee todos los servicios que sostienen la vida humana y generan su bienestar. Y es en torno a esta biodiversidad, sobre lo que se sostiene toda actividad productiva humana, incluyendo nuestra actividad minera. Su conservación por lo tanto, no es solo un capricho del mundo verde, sino un clamor del mundo científico experto, como es nuestro caso, por ampliar y completar el entendimiento más profundo de los sistemas y procesos que nos permitirán (o no), seguir avanzando hacia un país de mayor desarrollo, con sustentabilidad.

Este es el mensaje claro y simple que hoy día enviamos desde este confín al resto del país: la integración de la conservación con la producción es posible. Es necesaria. Hay que hacerla crecer. Y este es el compromiso de WCS en Chile: ofrecer las mejores herramientas de la ciencia, educación e integración, para ir urdiendo esta conexión, desarrollando y poniendo a prueba nuevas y variadas formas que permitan conectar estos mundos. Lo venimos haciendo desde hace años, de manera silenciosa y permanente.

Recorriendo el Valle La Paciencia con Ministra Williams e Intendente Flies.
Abril, 2015, Parque Karukinka, Tierra del Fuego, Chile
Hemos logrado atraer la atención y compromiso de autoridades nacionales, para enfrentar de manera integrada el problema de la invasión del castor. Apoyamos a la comunidad magallánica con el programa de educación ambiental más importante de esta parte de la región. Apoyamos tanto al Ministerio de Medio Ambiente en la promoción de la Ley de Biodiversidad y Áreas Protegidas, así como al Consejo de Innovación para el Desarrollo en la generación de una plataforma que permita la sustentabilidad de la producción minera. Son estos algunos de los ejemplos, por muchos desconocidos, con los que WCS y Karukinka sellan su compromiso.

De especial importancia para nosotros es el desarrollo de experimentación para dar con innovadoras herramientas. Este trabajo normalmente se realiza en laboratorios, y Karukinka es un bello y vasto laboratorio natural para dar rienda suelta al trabajo imaginativo e inclusivo de la sustentabilidad, que permita no sólo conservar sus turberas, sino aportar a la conservación y uso sostenible del resto de los recursos naturales de nuestra nación.

Este es un paso importante, el que agradecemos hoy al Ministerio de Minería. Para llegar hasta acá hemos dado muchos pasitos como este, y hemos transitado esta senda gracias al apoyo de muchos. Cada uno de los logros que realizamos se debe al comprometido y generoso trabajo de personas. Me gustaría poder nombrar a cada una de ellas ahora, en reconocimiento y agradecimiento…ello no es sin embargo posible, pero debo destacar:

Ministra Williams declara oficialmente el Parque Karukinka de Tierra del Fuego, Chile, como Área de Interés Científico con fines Mineros
Primero que todo a los miembros de nuestra organización: nuestros guardaparques, héroes de fin de mundo, quienes día a día, contra viento y marea (literalmente), ponen lo mejor de si velando para que estos parajes se recuperen y permanezcan para el goce y disfrute de todos, incluyendo los por venir.

Nuestro equipo de técnicos, profesionales y científicos, tanto chilenos como extranjeros, quienes han ido poco a poco develando este rincón de Tierra del Fuego al resto de nuestros vecinos, abriendo sus puertas a científicos, estudiantes, visitantes y vecinos de la más variada pinta.

En el nombre de Laura Novoa, también quiero agradecer al Consejo Asesor de Karukinka, con quienes tantas veces discutimos cómo avanzar la conservación de nuestras turberas. Este día hace patente esa labor persistente, silenciosa y generosa.

Con Ministra Williams, SEREMI Minería Manuel Aravena,
Mara Angelini y Sebastián Donoso,
abogados Barros & Errázuriz quienes lideraron proceso
Al equipo de Barros & Errázuriz, liderado por Sebastián Donoso y Mara Angelini, quienes nos acogieron con maravillosa generosidad, ejecutando las movidas legales que hoy nos permiten estar acá. Ellos son los responsables últimos de este logro.

A nuestros compañeros de ruta del Ministerio de Medio Ambiente, Agricultura, Universidad de Magallanes, Estudiantes y profesores de Tierra del Fuego, y tantos otros magallánicos con quienes llevamos años realizando acciones de investigación y educación de este patrimonio común. Algunos de ellos ya no están con nosotros, como Sergio Opazo y Carolina Tapia. La conservación de estas turberas que pisamos hoy, que admiraron ellos ayer, son nuestro póstumo homenaje a su compromiso y dedicación.

Y finalmente al Ministerio de Minería, por entregar la llave que nos permita abrir la puerta al futuro de estos ecosistemas. Y esperamos con ello, continuar explorando nuevos y variados caminos de integración y sustentabilidad para nuestro país.

Pero este respaldo plantea un gran desafío. No sólo para WCS, sino para el resto de los actores hoy aquí reunidos. Nuestro norte (aunque debiera decir nuestro sur) es desarrollar todo el potencial de este laboratorio austral, preguntando preguntas pertinentes y valiosas para resolver problemas de desarrollo con conservación.

De las turberas en particular sabemos casi nada. Pensamos erradamente en ellas como bosques pigmeos y hacemos esfuerzos a ciegas por cosechar sus frutos. ¿Cuáles son las verdaderas dimensiones de estos ecosistemas, no sólo en superficie, sino en profundidad, en contenido de agua, carbono, especies? ¿Cuáles podrían ser sus productos más valiosos, no sólo en el corto, sino en el largo plazo? ¿Agua, carbono, productos naturales? ¿Cómo se relacionan estos ecosistemas con el resto de los existentes en Patagonia: praderas, bosques, costas? ¿De qué manera podemos acceder a estos recursos, generando el máximo beneficio común, tanto para la comunidad magallánica de hoy, como para la futura?

Nuestra tarea es y seguirá siendo abordar estas y otras preguntas. Y sólo podremos hacerlo sumando visiones y esfuerzos: desde el mundo productivo y desde la conservación. La unión hace la fuerza. Pero más importante que eso, la fuerza que necesitamos para avanzar en sustentabilidad está en la unión innovadora y desafiante de inteligencia diversa.

Nuestro país clama por ambas: la fuerza de la producción, motor clave para aumentar niveles de bienestar.  Y la fuerza de la conservación, pieza clave para ampliar y sostener este bienestar en el tiempo.

Autoridades nacionales, regionales, municipales, vecinxs y personal de WCS 
Abril, 2015, Parque Karukinka, Tierra del Fuego, Chile
Ese es el mensaje que hoy enviamos al resto del país. Esa es la invitación que hoy hacemos aquí. Y ese es el compromiso que WCS reafirma este día. Con Tierra del Fuego. Con la Región de Magallanes y con Chile.

Gracias

  

martes, 3 de enero de 2023

Presentando el libro “Biodiversidad para jóvenes diversos: aproximaciones al cambio global” de Pancho Bozinovic*

Muy buenas tardes a todas! ¡Con alegría estoy aquí para celebrar el lanzamiento de este libro, y lo que yo considero una de las metamorfosis más lindas de la que he sido testigo en los últimos años!

Les confieso que me ha costado decidir cómo compartir esta celebración. Pues justamente soy un ejemplo de aquella diversidad funcional a la que alude Pancho en su libro, y recién vengo regresando (¡espero para no volver!) de un período de funcionalidad diferente, mostrando que las diferencias no sólo se distribuyen entre personas con capacidades diversas, sino en momentos diferentes de una misma vida.

¡Por eso estoy feliz de estar aquí! Para celebrar mi vida, la de ustedes, y la de los millones de otras vidas con las que no sólo compartimos este planeta, sino de las que dependemos totalmente. Y celebrar la que es quizá su característica más potente, hermosa e inspiradora: ¡que es su diversidad!
Son tres ideas que rondan mi cabeza y corazón, desde que conocí este nuevo trabajo de Pancho.

La primera la titulo: PORQUE ES NECESARIO
Llevo un largo rato ya recorriendo los derroteros de la práctica científica de la conservación. Una disciplina de acción, joven, y poco difundida aún en nuestro país y en el mundo, a la vez que una herramienta poderosa para enfrentar los desafíos cada vez más evidentes y angustiantes de nuestra Tierra moderna, entre los que prima por sobre casi cualquier otro desafío: la restauración, recuperación y promoción de la biodiversidad.

Tal como se acumulan los relatos de un libro de aventuras, mi formación y trabajo como ecóloga de la conservación me han permitido conocer de primera mano desde las cercanías de Visviri hasta el mismísimo Cabo de Hornos, tanto en su superficie como bajo del agua, desde el Altiplano hasta la espumante y fresca costa de nuestro océano pacífico.

A lo largo de este periplo, he tenido la oportunidad y el privilegio de conocer gran parte de nuestro territorio, sus ecosistemas y sus gentes. Parte por formación, parte por curiosidad, parte por sobrevivencia, me he montado a caballo, mula, macho, jeep, auto, avioneta, helicóptero, lancha, barco, crucero, chalupa y más, pudiendo a lo largo de los años acceder a los rincones más magníficos que dan “identidad” y bienestar a los habitantes de nuestro país.

Esta travesía profesional me ha llevado a trabajar con una enorme diversidad de personajes, tanto del mundo de las ciencias, como agentes políticos, empresarios, administrativos, compañeras de otras ONGs, estudiantes de todo tipo, artistas, guardaparques, mujeres de a pie y más. He interactuado con presidentes de países, Corporaciones, Directores de colegios, Jefes de Agencias del Estado, CEOs y gerentes de sustentabilidad de diversas Empresas, Presidentes de juntas de vecinos y sociedades anónimas, directivos municipales y regionales, líderes de Derechos Humanos, líderes sociales, de opinión y del activismo más duro….por nombrar algunos.

En la gran mayoría de los casos he podido constatar el profundo y enorme vacío de conocimiento básico sobre la naturaleza (del científico y “de los otros conocimientos”): su identidad, su casi infinita variedad de formas, y sobre todo el vasto paisaje que deriva de su diversamente creativo funcionamiento. Y lo que es peor….veo una y otra vez cómo se erosiona la biodiversidad producto del formidable analfabetismo que existe sobre natura, que lleva a todos los tipos de personas, muchas veces con la mejor de las intenciones, a tomar decisiones que atentan, o poco y nada aportan a la mantención y promoción de natura y su bullente diversidad.  

Pancho: espero este libro sume a llenar ese vacío. Que pueda ser una vocal, una pieza clave para la necesaria alfabetización de naturaleza en nuestro país.

La segunda idea para compartir esta tarde la llamo: LA METAMORFOSIS.
Como decía hace un momento, mi trabajo –poco difundido aún en Chile-, es la práctica científica de la conservación. Es un esfuerzo de integrar en un espacio de “realidad real”, “de terreno”, la visión y herramientas analíticas que derivan de las ciencias, con la puesta en práctica de iniciativas que permitan impactar de manera efectiva la recuperación, la restauración y la promoción de la naturaleza.

A diferencia de las ciencias que se desarrollan en laboratorios, donde se intuban, secan, pesan, miden, modelan cosas, en espacios más bien simples, acotados y controlados, la práctica de la conservación se hace en ese mundo descontrolado y engorroso que es la sociedad toda…con sus ecosistemas, sus gentes, sus instituciones. Este proceso requiere de científicas que no sólo que levantemos cabeza, sino que la metamos en donde sea necesario para empujar y sostener procesos clave para el bienestar de la biodiversidad.

Es un embrollo allá afuera...muchas veces un campo de batalla…donde créanme faltan no sólo una, sino guarniciones completas de reclutas con entrenamiento científico, y con entendimiento de natura. Es este un boquete complejo de llenar, considerando el todavía escaso contingente de científicas, especializadas en ecología y afines, que existe en Chile.

Recordando a Pancho en sus días de joven científico, metido hasta el tuétano en el día a día del ciclo académico: proyectos, hipótesis, modelos, experimentos, tesis, congresos, papers, papers papers…se encontraba muy alejado de los temas de conservación…o “conversación” como los llamaba en ese tiempo con ironía y desdén…Hoy varios años después, con una carrera más que consolidada, siendo un reconocido y admirado líder en su tema, prestigioso como pocos, veo en este pequeño libro un indicio de una metamorfosis…un atisbo de una transformación como la que necesitamos de muchos otros como él: la de abrirse y abrir espacios en sus carreras, para dar cabida y conectar de alguna forma con la conservación.

Mandatado por los requerimientos de fondos concursables, que recientemente imponen a investigadoras a comunicar parte de sus disquisiciones y descubrimientos científicos con la ciudadanía de a pie, inspirado por su hermosa progenie a la que imagina en un mundo hiper-caliente y degradado, o por lo que haya sido…¡celebro aquí este salto! Y espero que, dado que el Pancho es el Pancho, pueda servir de modelo para inspirar a otras jóvenes científicas, a buscar la conexión con los desafíos de la conservación. A tirar un cable a tierra desde sus laboratorios y papers, y canalizar a través de ello, la fuerza de las ciencias a los procesos que necesitamos construir como sociedad, para avanzar hacia el cuidado de nuestra hermosa y diversa naturaleza. Agregaría a ese modelo un mensaje propio: ¡no es necesario avanzar en “la carrera científica” para dar ese salto! ¡Ni es necesario tener un par de hijas para hacerlo!! Es una urgencia que nos convoca a todas…aunque algunas todavía no escuchamos.

La tercera reflexión la titulo: NO NOS VENDAMOS LA POMADA
Debido a la presencia ubicua, cambiante, su existencia en una multiescala, y la intrínseca, profunda, directa y difusa relación que la biodiversidad establece con las sociedades humanas, la práctica de la conservación necesariamente requiere de la participación de muchos actores. El mandato ineludible de la conservación es por lo tanto la de integrar, sumar, visibilizar, conectar, amplificar, reunir, no sólo a actores humanos diversos, sino conectarlos con la matriz de vida que es la biodiversidad, de la cual depende su propia existencia.

Y a trabajar en múltiples dimensiones y escalas, con herramientas específicas que permitan guiar y moverse en el camino de transformación requerido por esta complejidad.  Libros como el que hoy celebramos son un ejemplo de estas herramientas, pero la acción de conservación precisa mucho más que lanzar un título. Requiere de enganchar dicha pieza a una máquina –todavía en construcción- que nos pueda echar a andar en la dirección de la conservación. Y precisa en todos los casos de la construcción de las rutas que permitirán su paso.

La realización de las ideas de conservación pueden ser chispas que aparecen en la cabeza de iluminados, pero deben recorrer un camino –en la mayoría de los casos inexistente- para impactar su destino final en los espacios socio-ecológicos. Y dada la magnitud y urgencia de este desafío, es que se reconoce que la clásica visión del “hacer a través del pensamiento”, precisa de ser colonizada por la visión del “pensar a través del hacer”. Desde esta visión, ilustrada magistralmente por el antropólogo Tim Ingold, se asume que el producto que surge del proceso creativo, nace justamente de eso, del proceso. Y para la conservación es el encuentro entre estas ideas y las realidades diversas fuera de ella donde está la mayor fuente de conocimiento y aprendizaje. Y la mayor oportunidad de transformación.

Libros como este. Escritos por científicos como Pancho, son una invitación a entrar en la ruta. Y a sumar con otros, a una marcha que ya se echó a andar. Pero que precisamos fortalecer sin echar atrás.

Una reflexión final
Hace muchos años atrás, por allá por el 2004, el Pancho Bozinovic me invitó a ser parte de la Sociedad de Ecología de Chile (SOCECOL). Un espacio de reunión para ecólogas nacionales, nacido hacia casi una década antes y que se encontraba en ese momento en un enredo administrativo que hacía muy difícil su operación.

Yo también era joven en ese entonces, y seguía a ese grupo de ecólogos “kapos”** desde lejos, admirando su gran capacidad científica, inversamente proporcional a su interés en meterse en los detalles laboriosos de la administración. Pancho me invitó en ese momento a ser parte de la SOCECOL, y aportar con mi tozudez y perseverancia a organizar un poco la cosa. Esta invitación marcó un momento especial en mi vida, pues me abrió una puerta para canalizar un anhelo que tenía escondido: el de aportar, desde mi práctica profesional, a la reconstrucción de la joven y enclenque democracia que nuestro país venía re-construyendo luego de un largo período de abstinencia democrática.

Acepté gustosa y me tiré de lleno a la tarea de hacer brillar la SOCECOL, de fortalecerla internamente, a la vez que articularla con esa otra Sociedad –la con mayúscula-, tan carente de espacios de encuentro, y a la vez tan necesitada de los mismos. Permanecí por años en SOCECOL, empujando una que otra cosita, pero sintiendo en el corazón que contribuía con una pequeña pieza al enclenque andamiaje de nuestra democracia. 15 años después de esa invitación, y cuando el Pancho pidió comentar su libro hoy, me conecté con ese momento. Pues estoy convencida que el libro que hoy lanza Pancho al Mundo es también un aporte a la construcción de nuestra sociedad y su democracia. Abriendo un espacio de encuentro de las ciencias con la diversidad natural y ciudadana.

Necesitamos torrentes de libros como este. En una sociedad que tiene capacidad de ver y conectarse al mundo, que mira especialmente a los científicos, con un Pancho de carrera hecha y ganada, con una progenie hermosa, abre a través de este libro un espacio para conectarse con ese mundo grande, enorme y diverso, y plantea una pieza donde anclar esa conexión.

En mis escasos días de científica tradicional -no sé si todavía será igual-, repetíamos con convicción que el desafío y satisfacción de las ciencias era expandir la frontera del conocimiento. Ensanchar los límites de esa burbuja imaginaria de entendimiento del mundo, haciéndola más grande para Chile y el Mundo. ¡¡Hacer crecer las CIENCIAS!! Así…con mayúscula…Como en todo, este mismo proceso de generación de conocimiento se desplegaba de manera diversa, existiendo algunas personas que aportaban más que otras al torrente de entendimiento de nuestras especies y espacios naturales. Pancho era uno de ellos, siempre destacado por su enorme productividad y chorreo de talento.

Cuando salí al “mundo verdadero”, y me metí de lleno en las trincheras de la conservación, re-conocí la otra gran diversidad de fronteras que tenemos que esperan por ser desafiadas, ensanchadas, e incluso algunas…que necesitamos romper para poder hacer crecer nuestra sociedad y nuestro país. Con este nuevo libro, Pancho lleva su aventura científica fuera de los “cómodos límites académicos” para intentar dilatar no ya la frontera de su ciencia, sino de un país completo.

En mi trabajo de conservación me he golpeado con fuerza con parte de las trabas y dificultades que derivan del pensar que nuestro mundo y su naturaleza son entes fijos. Modelos teóricos y prácticos esperando por ser replicados desde las cumbres de las montañas andinas, hasta los valles y costas de Chile centra. Visión que nos empuja a concentrar esfuerzos en materializar un imaginario que no existe en la realidad: el de una identidad singular, por sobre el devenir natural del cambio, motor de diversidad.

Pero no nos engañemos….aquellas que como yo nos revolcamos en el barro de la ignorancia, el desconocimiento y nos retorcemos cada vez que constatamos la pila de decisiones bien intencionadas algunas, bien financiadas otras, bien esperadas la mayoría, que se toman en total ausencia de entendimiento ecológico, de conocimiento de las bases mínimas de la diversidad biológica, de los principios mínimos que regulan su funcionamiento….El libro de Pancho, por su contenido y por haberlo escrito él, es una pieza que aporta a la alfabetización de naturaleza. Y dentro de ella, de detalles clave como su inherente diversidad estructural y funcional.

Sabemos que este es un camino que no acaba…que precisa de ser instalado como camino…siendo un objetivo en sí mismo…y este libro, tal como una novedad evolutiva, espero sirva para apoyar un pie, mientras preparamos el otro para el siguiente paso. Paso a paso…

El desafío de la conservación de nuestro mundo nos une. No sólo como cuerpo de científicas, sino que nos abre la posibilidad de conectar con el resto del mundo. No desde la altura tradicional en la que se les posicionan o auto posicionan las ciencias, sino como un nudo más de la maraña humana, de la materialidad a la cual debemos moldear la artesanía más elegante y valiosa que haya podido crear nuestro universo, que es la biodiversidad. Este proceso requiere de las científicas el levantar cabeza. De mirar más allá de su quehacer propio y de su mandato del momento. Y Pancho ha levantado cabeza y nos invita a mirar de lleno y con él este nuevo mundo.

¡Felicitaciones y gracias Pancho y éxito en este nuevo camino de conocimiento!

*Presentado el 29/9/2019 en el GAM, Santiago.
**sensu Ogu, en Kilikilis y Golagolas de Themo Lobos.

viernes, 10 de junio de 2022

The Venice Agreement on Peatlands: locally together for hope*

Facing an undeniable climate and biodiversity crisis, we may tend to think that there is nothing more than an obscure future…and that such a dark and dry future is the best one we can aspire to.

We even have been taught that the future is something we don’t have the key to knowing. Or creating.

But the truth is that after our collective 600 years of learning, experiencing, imagining, and constructing, we actually know how the future can be ignited and transformed into infinite possibilities. And we can do so by conserving our peatlands locally, now.

Today, Global Peatland Day in 2022, we are bringing here a plan: The Venice Agreement. A memory of a future that can be. A compass to get lost in the finding of new worlds, new imaginations, and new futures.

Today The Venice Agreement starts to exist. The wisest, truest, most committed, most

experienced, most tangible, most real, most diverse, and, above all, the strongest call for the recognition, appreciation, and effective care of peatlands in each territory of this planet.

We aspire to The Venice Agreement can help free peatlands, can help them be seen in plenitude, help them to remain alive, and get involved in conversations that must never end: between peatlands, between people and peatlands, about possible futures, and future human well-being.

The degradation of our planet and its peatlands may ultimately be the failure of imagination, eclipsed by accountability systems that are not able to account for what really matters. And peatlands matter. By capturing carbon, they matter for climate change mitigation. By storing and purifying water, they matter for producing food, materials, and medicines.

By being, they became our ancestors, and in the future, they can sustain lives and livelihoods forever.

The tyranny of quantifiable distinguishes what can have monetary value, over those things we cannot assign value: private over common, efficiency over enjoyment and quality of life, utilitarian over the mysteries and means, and the treasure of having a purpose, being courageous, to make human life worth living. Through a collective work like the Venice Agreement, we invite each one of us to live the infinite lives of biodiversity and nature. Forever.

The tyranny of language is in part the failure of language and the speech to describe complex, subtle, fluent, and ubiquitous phenomena of life. Like peatlands. The Venice Agreement invites us to create new languages to name those things that need to be named. Things that need to be known if we expect to live, and let peatlands live a good living around the globe.

The Venice Agreement is full of stories, like mine, like Randy’s, like Hans, like Camila’s and Nancy, Suzanne, Jane, Jan, and so many others, who gathered here and around the world to share, and who now start to become part of an explosion of former silent stories, who can now be told, be learned and exist all over the world.

The Venice Agreement is released today. And like Pandora’s Myth, it is released to the entire World, locally. Unlike that Myth, Hope is what we are releasing first, along with knowledge, inspiration, love, and joy. Thanks to our commitment, unlike that old and well-known story, all these virtues are never to be put in a cage again.

Celebrating Global Peatland Day today, we invite you to join and add to this peatland protection movement on this vast planet of ours. We invite you to dissolve the cultural, financial, and social barriers, and assume the evident ecological fact that we all depend on nature, and the ethical/practical need to care for peatlands.

Let experience be bigger than knowledge. Let different experiences feed different "knowledges". Let peatlands feed our futures. Let peatlands be our future. Everywhere.

I thank you all from the deepest and darkest of my peatland heart.


*Closing speech presented for the launch of The Venice Agreement, Venice, Italy, June 2, 2022.

martes, 5 de abril de 2022

Fondo Naturaleza Chile: un punto de apoyo para saltar del dicho al hecho de la conservación de biodiversidad chilena*

Muy buenos días a todas y todos.

¡Hoy es un momento especial porque estamos celebrando un nacimiento!

Al mismo tiempo es un aro en un largo camino que venimos recorriendo desde hace rato, un montón de personas y organizaciones de la más diversa índole, cuyo origen exacto es difícil de precisar.

En mi mente, puedo imaginar que la gestación de esta criatura se conecta a la primera Reunión Regional sobre Fondos de Conservación en Chile que TNC organizó tiempos pre-históricos, en algún momento previo al 2009.

O sospechar que algún aliento le pudo haber insuflado Ricardo Bosshard de WWF por allá por el año 2012 cuando intentó mover la creación de un Fondo para nuestro país.

O soberbiamente pensar que WCS-Chile fue el responsable de esto cuando de la mano del MMA del 2017 con Ale Figueroa y Diego Flores, conectamos con el Fondo más famoso de la Región: Costa Rica por siempre.

La verdad es que estos no fueron sino aprontes que pudieron haber quedado en el olvido, de no ser por la materialización de la transformación más clave para la conservación: que es la colaboración efectiva.

Esto ocurrió verdaderamente el año 2018 cuando estas organizaciones nos reunimos en torno al liderazgo y amparo del Ministerio de Medio Ambiente, quien nos convocó junto a Oceana, y otras agencias del Estado como CONAF y Sernapesca, a iniciar un proceso estratégicamente cuidado que nos permitiera crear de una vez por todas este organismo que hoy ve la luz: El Fondo Naturaleza Chile.



Su gestación tomó cerca de cuatro años, y fue el producto de la convergencia, unión y por qué no decirlo amor y compromiso de muchas personas e instituciones, quienes trabajamos con visión y entrega, logrando articular nuestras diversas capacidades, sortear notables escollos y desplegar paso a paso un trabajo sistemático, permanente, y efectivamente colaborativo, el que esperamos sirva de impronta a este nuevo ser.

El paso que hoy estamos dando podría parecer pequeño…una fundación más…qué más da? …Por lo que es relevante recordar lo que verdaderamente está en juego acá.

Lo primero es reconocer que la biodiversidad (una definición actualizada de lo que antes entendíamos por naturaleza), es la única base biofísica que permite y sobre la que se sostiene toda la vida humana y, por ende, cada una de sus manifestaciones, sea ella social, cultural, y por supuesto económica.

La biodiversidad, abarcando desde sus genes, especies, y ecosistemas, conforma un andamiaje ecológico que permite mantener aquellos procesos fundamentales para el bienestar presente y futuro de nuestra sociedad. Y es justamente en medio de dicha trama ecológica donde nos anidamos los seres humanos, nuestras culturas y nuestras sociedades.

De este entramado ecológico obtenemos todo lo necesario para satisfacer nuestras necesidades: alimentos que tomamos o cultivamos desde ecosistemas terrestres, marinos y acuáticos. De esos mismos ecosistemas depende la producción del oxígeno que respiramos, la purificación del aire, la generación y mantención de suelo. Es esta trama natural y viva la que nos provee materias primas esenciales para construcción, medicinas, energía. En tiempos de cambio climático, es esta misma biodiversidad la que permite el control de inundaciones o aluviones, la amortiguación de olas de calor en ciudades como Santiago, la vital producción y mantención de agua dulce, la masiva captura de CO2 desde la atmósfera, y más importante aún la generación de posibilidades de adaptación a las poblaciones humanas a un mundo cada vez más caliente y seco.

A pesar de su importancia la especie humana ha modificado y degradado hasta lo impensable la biodiversidad, creando nuevos hábitats para sí misma como ciudades, cultivos, plantaciones, estepas ganaderas, parcelas de agrado, desconociendo que nuestra mera presencia y bienestar dependen finalmente de la existencia de naturaleza y biodiversidad íntegra y sana. En todas partes. Ese es el objetivo de la conservación de la biodiversidad, y este Fondo suma, a la todavía escuálida caja de herramientas para la conservación existente en nuestro país. Y que requerimos fortalecer con urgencia.

Al mismo tiempo debemos reconocer que la biodiversidad es una matriz ubicua, que se despliega en los territorios y maritorios, y nosotros como humanos somos sólo una especie entre los millones de otras taxa que conforman y dan vida a ecosistemas en cada rincón de nuestro país: nuestros mares, lagos, ríos, riachuelos, esteros, océanos, estepas, bosques, humedales, fosas oceánicas, cumbres altoandinas, turberas, salares, y muchos otros. Cada uno de ellos constituyen ecosistemas más o menos diversos, altamente complejos, pero por sobre todo idiosincráticos, propios de cada territorio, resultado singular de historias co-evolutivas antiguas, únicas e irrepetibles. Incluyendo nuestras historias humanas.

Dependemos como individuos y como sociedad de esta interrelación básica, indisoluble y vital que existe entre humanos y biodiversidad, la cual es la piedra angular sobre la que se sostiene nuestro sistema socio-ecológico nacional.

Y es justamente en dicha articulación, en ese mismo ángulo conector que el Fondo Naturaleza Chile espera focalizar su trabajo, canalizando recursos hoy escasos o simplemente inexistentes para traccionar adecuada conservación en los territorios, de la mano con las comunidades que día a día experimentan su propia degradación por el deterioro de esta matriz natural. Y sumando a los esfuerzos del Estado de manera colaborativa y articulada, en pos de objetivos compartidos.

Pues no es difícil entender que la naturaleza y biodiversidad de un país constituye su bien común más relevante y necesario de y para toda su gente. Más aún, su condición sistémica e integrada nos obliga a su custodia compartida.

Podemos creer observar o definir límites en la naturaleza, como pueden serlo el borde de un lago, las altas cumbres de una cordillera, o la ribera de este o aquel lado de un río, o una cerca de madera, o peor aún, una cerca electrificada. Se puede delimitar un puñado de árboles, o confinar en una red una masa de peces variados, que son recursos que obtenemos de la naturaleza, pero nunca podremos apropiarnos de la biodiversidad en su conjunto.

Todos y cada uno de los límites que nos esforzamos por levantar son imaginarios. Pues la biodiversidad, debido a su condición sistémica, está evidente o solapadamente siempre en conexión con otros factores, sean ellos vivos o inertes. Más aún, su integridad depende de la mantención de dichas conexiones las que le permiten persistir y florecer en el espacio-tiempo.

Tan evidente como lo anterior, es reconocer que las amenazas que degradan biodiversidad tampoco reconocen aquellos límites antrópicos. Por lo que factores degradantes como contaminación, fuego, especies invasoras, interrupción de ciclos naturales como el del agua, tienen efectos a nivel de sistema, tocando por igual, tarde o temprano, aquel trozo de naturaleza que creímos “nos pertenecía”. Y por lo mismo, los esfuerzos de conservación sólo pueden ser efectivos si se realizan en colaboración, de manera coordinada e integrada.

Es quizá este mensaje, que también es un ejemplo concreto, el subproducto más importante que nace de la mano con el Fondo Naturaleza Chile, pues hemos cuidado especialmente que su estructura refleje la integración propia de la naturaleza, dando espacio para la reunión de diferentes actores de nuestra sociedad y territorios. Es así que tanto su Directorio como su Consejo, -elementos esenciales de la gobernanza del Fondo Naturaleza Chile- están mandatados a contar con la presencia de diferentes actores societarios: pueblos originarios, academia, sector privado, ONGs, quienes con equidad de género deberán articularse con el Estado de Chile para gatillar y monitorear acciones que vayan en favor de la conservación efectiva de la invaluable biodiversidad de nuestro país. La protección de este bien común tiene el mandato natural de la colaboración y debe incluir el interés y quehacer no sólo del Estado, sino de personas e instituciones que puedan desplegarse y permanecer en la tarea de conservación a lo largo y ancho de Chile.

A pesar de su juventud, el Fondo Naturaleza Chile no está solo, pues nuestra biodiversidad es una puerta abierta a América y el Mundo. América Latina y el Caribe es la región más rica de biodiversidad del planeta. Sólo América del Sur posee más del 40% de la biodiversidad del mundo, más del 25% de los bosques, parte importante de sus océanos. Por siglos la biodiversidad de Latino América ha provisto alimentos, medicinas, y un sinfín de coloridos y valiosos productos al mundo. Hoy es una pieza clave para la regulación climática global, posee las mayores reservas de agua dulce del mundo, y ofrece los mayores y mejor conservados ecosistemas para mitigación y adaptación al cambio climático.

Los Fondos Ambientales tienen una larga existencia en nuestra Región, estando presentes en 20 países, para un total de 27 fondos que han movilizado US$1,4 mil millones de dólares hacia la conservación. El Fondo Naturaleza Chile ya forma parte de esta familia, ha recibido guía directa de uno de sus miembros más importantes: el Fondo Mexicano a través de su director de 25 años Dr. Rosenzweig, y que lleva décadas de exitoso funcionamiento. Esperamos apoyar y catalizar el crecimiento de este Fondo bebé al alero de la Red de Fondos Ambientales de Latino América y el Caribe, RedLac.

Así como la biodiversidad está en la base de nuestra sociedad, su conservación es esencial para la sustentabilidad. Justamente el desafío de la sustentabilidad planteado hace 36 años por Bruntland, es una urgencia permanente y cada vez más evidente en este mundo hiper-degradado, hiper-caliente, y más encima pandémico.

Debemos recordar que la tan mencionada sustentabilidad es un desafío que consta de dos partes: la primera es ecológica, y nos mandata a reconocer los límites de la naturaleza, haciendo un uso presente de la biodiversidad que no afecte negativamente el bienestar de generaciones por venir. Esta es la cara más conocida (aunque ciertamente aún no lograda) de la sustentabilidad, y debiera ser motivo de urgente y dedicada preocupación en un país como Chile, que hoy tiene la mitad de sus ecosistemas degradados o vulnerados, que tiene una riqueza cultural magnífica, y una economía que más encima depende muy directamente de la comercialización de una serie de recursos naturales que son provistos o sostenidos por nuestra biodiversidad.

Pero debemos traer a la memoria, la segunda parte de aquella invitación de Brundtland: que es su mandato social, el que se refiere a la construcción de equidad, como un fin y un mecanismo esencial de sustentabilidad, el que lamentablemente ha permanecido en segundo plano. Una pieza no funciona sin la otra, pues en su conjunto son las que constituyen el engranaje mínimo de la máquina de construcción de sustentabilidad.

Y es por ello que acertadamente el Fondo Naturaleza Chile tiene como foco los territorios y sus gentes, y espera crecer y ayudar a canalizar recursos a acciones de conservación efectiva en aquellos espacios donde día a día se trenza, remienda y protege la matriz socio-ecológica chilena.

Celebramos hoy día entonces el nacimiento de este Fondo Naturaleza Chile no sólo pensando en biodiversidad, sino como un aporte con base ecológica a la construcción y fortalecimiento de nuestra democracia. La presencia ubicua de biodiversidad en nuestro territorio, precisa de acciones de conservación descentralizadas y articuladas directamente con las comunidades que habitan, dependen y custodian este patrimonio natural que es a la vez propio y compartido. Por ello la tarea de conservación resulta esencial para la construcción de una sociedad sustentable, que sea ecológicamente sana y socialmente justa.

Como muchos recién nacidos afortunados, este Fondo viene con una marraqueta debajo del brazo. Ello gracias al respaldo del Congreso a través de actores como el Senador Lagos, quienes apoyaron al Ministerio de Medio Ambiente en la apertura de una glosa que permitirá sostener su primer año de vida y ayudar en sus primeros balbuceos. Como aquella princesa de cuento, el Fondo Naturaleza Chile posee además una serie de padrinos locales y globales que ayudarán a nutrir y fortalecer su existencia en sus primeros años de vida. Entre ellos organizaciones que ya han hecho, y esperan seguir realizando contribuciones como Packard, WWF, el BID, que aportaron a su gestación silenciosa.

La tarea de los Fondos ambientales no se restringe sólo a entregar plata, sino que más importantemente ayudan al Estado con la generación de capacidades y el levantamiento de estándares de conservación. Nuestro Fondo Naturaleza Chile nace con un programa de conservación marina que cuenta con un diseño detallado que articulará la implementación y gestión efectiva de la red de áreas marinas protegidas de nuestro país, la quinta más grande del mundo. Y que al día de hoy tiene un forado de financiamiento superior al 98%.

Siguiendo los estándares más avanzados de conservación, el programa de áreas marinas protegidas del Fondo Naturaleza Chile fue construido codo a codo con Sernapesca y el MMA para definir las acciones que son prioritarias y estratégicas para llevar las declaraciones de conservación del océano a realidades territoriales, esperando impactar en los próximos años cerca de un 80% de las AMP de Chile. Saltar del dicho al hecho, es el verdadero desafío actual para la conservación de la biodiversidad chilena y global. Y el Fondo Naturaleza Chile espera ser un buen punto de apoyo para ayudar en ese salto.

Han podido darse cuenta que la gestación y nacimiento de este Fondo ha sido un esfuerzo singular y hermoso, que ha requerido de compromiso y capacidades Institucionales como las que ya comenté, las cuales sólo existen cuando hay personas de carne y hueso que hacen la pega. Asumiendo el riesgo de dejar alguien fuera, quiero agradecer acá justamente a las personas que ejecutaron esta movida: Juan José Donoso, Diego Flores, Laura Cussen, Constanza Rodríguez, Claudia Silva, Richard Torres, Francisca Bardi, Rodrigo Catalán, Liz Van der Meer, Soledad Tapia, Ricardo Sáez, Rodrigo Guijón, Monserrat Moya.

Agradecer a los miembros del Directorio Provisorio Kathy Barclay, Francisca Tondreau, Erik Heyl, Michael Grasty, Eglé Flores, David Silva.

Quiero agradecer y dar la bienvenida al Directorio del Fondo: Hema'ny Molina, Dominique Hervé, Andrés Antivil, Antonio Lara, Laura Ortiz, Leo Prieto; así como a los 22 miembros de Consejo Ciudadano del Fondo Naturaleza Chile que lo apoyará desde diferentes partes de nuestro país.

Agradezco muy profundamente a todas esas personas que han puesto su empuje y corazón en esto, incluyendo muy especialmente a Carolina Schmidt y a Maisa Rojas.

Este Fondo resolverá todo? No. Nada lo hará. Pero marca un camino diferente, que esperamos sume a otras acciones públicas y privadas, locales y globales, que empujen y converjan a procesos de transformación que terminen en el cuidado permanente y mutuo de la naturaleza y las sociedades. Este por lo demás es el mandato de las organizaciones globales especializadas como IPBES o IPCC, tan connotados por estos tiempos.

Bueno…les he contado del camino que hemos recorrido.

Mirando hacia el futuro, sólo puedo desear una larga vida al Fondo Naturaleza Chile. Y comprometerme con su continua construcción y mejora.

Con visión y trabajo integrado, esperamos que el Fondo Naturaleza Chile pueda crecer, e ir sumando apoyos financieros que le permitan canalizar más y mejor financiamiento a la tarea de conservación cada vez más necesaria y urgente en todo Chile: desde Visiviri a Tierra del Fuego, desde las altas cumbres andinas hasta las profundidades de la Fosa de Atacama, desde el mismo borde continental hasta la magnífica Rapa Nui.

Un clamor de natura que hoy encuentra un eco en el Fondo Naturaleza Chile, y que esperamos reverbere en la comunidad nacional de conservación de biodiversidad para dotar con fuerza y nuevo empuje a nuestra esencial naturaleza chilena.

Felicidades!

*Discurso presentado en Ceremonia de Lanzamiento del Fondo Naturaleza Chile, 4/4/2022, Centro Cultural La Moneda.


 

lunes, 12 de abril de 2021

Contra la banalidad: (Re)visitando el futuro de las ciencias chilenas por el camino ya recorrido de la conservación*

Cuando Andrés Couve  me invitó a compartir estas reflexiones con ustedes, me pareció una idea interesante que acepté gustosa. Debido a mi labor en conservación de biodiversidad, constato de manera permanente el abismo que separa los grupos humanos y sus actividades, y que inciden de manera directa e indirecta en la consecución de nuestro bien común.

Llevo por ello un tiempo intentando construir canales que permitan conectar, para idealmente integrar mundos que sin conocerlo o re-conocerlo son parte de un mismo universo, descorriendo una cortina que permita a personas variadas asomarse al quehacer de la conservación, con la esperanza simple de sumarlos a mi cruzada.

En cada una de esas aproximaciones hago un esfuerzo por entender parte del quehacer del interlocutor de turno, con la aspiración de encontrar algún punto de encuentro, sobre el cual plantar el mensaje a compartir. 

Siendo bióloga, teniendo entrenamiento avanzado en ciencias, décadas de trabajo en espacios analíticos variados, resulté sorprendida por mi nivel de ignorancia y el somero entendimiento del quehacer e investigaciones que se realizan al amparo de esta Sociedad de Biología Celular.

Aunque los titulares -como Control epigenético de la expresión, Mecanismos moleculares de patogenicidad bacteriana, Estructura y función de complejos proteicos de membrana, por nombrar sólo tres- me resonaban en alguna esquina del cerebro, gracias a la intervención de antiguos docentes próceres como Mario Luxoro, Ramón Latorre, o Lucho Izquierdo… la avalancha de siglas, abreviaciones, marcadores, técnicas, sistemas celulares, y !más encima todo en inglés! Me hizo sentir que no entendía nada….y que los celulares, que son ustedes, viven en un universo muy diferente del mío….and I felt lost…

Sentí en carne propia aquello que debe sentir la “ciudadana de a pie” en forma permanente, cada vez que intenta conectar con algún alienígena del mundo de las ciencias…y constaté el colosal abismo que este universo científico debe salvar, si aspira a participar e idealmente servir de pilar en la construcción de una nueva sociedad.

Preguntaba  a Couve ¿qué podría aportar yo, como ex-científica formada en Ciencias Ecológicas, quien ya no me encuentro en las primeras lides de las ciencias en Chile (ni siquiera en las últimas), compartir con el lozano y frondoso ramillete de lumbreras que conforman esta Sociedad?

Todos profesores, postdoctorantes, doctorantes, y más, que se abren paso dentro de la academia tras la búsqueda del cada vez más demandado “conocimiento”… que brota a raudales de la mano de la tecnología, la innovación, produciendo toneladas de data como nunca antes nuestra humanidad siquiera pudo avizorar.

Aunque formada como tal, yo llevo un tiempo largo fuera de los espacios más tradicionales de las ciencias, compartiendo mi conocimiento disciplinario con la vida común. Más de una década trabajando en aquel verdadero “mundo real” como lo definía Virginia Wolff … ¿qué reflexión podría yo ofrecer a este acopio de entusiastas y jóvenes científicas, embriagadas por cócteles de ciencia pura, bebidos día tras día en cálices de wokshops, posters, papers o seminarios como los que dan cuerpo a esta Reunión Anual?

Para intentar encontrar rumbo, regresé entonces (como siempre lo hago) al origen, mi origen: las ciencias ecológicas. Cuyo centro y materia de estudio es la biodiversidad. La mayor singularidad conocida hasta ahora en nuestro universo, tan maravillosa como compleja, tan ubicua como idiosincrática. La biodiversidad que permite nuestra propia existencia, y nos conecta ecológica y evolutivamente con cada manifestación de vida pasada y futura de nuestro planeta.

Del conjunto de sistemas globales necesarios para mantener esta singularidad, la biodiversidad se suma a la provisión de agua dulce, mantención de la capa de ozono, integridad de sistemas biogeoquímicos, o cambio climático, entre otros.

Como quizá han escuchado, cada uno de estos sistemas planetarios, se encuentra hoy hiper-demandado, empujado como nunca en la historia humana a límites por fuera de las condiciones mínimas requeridas para mantener la integridad de nuestra existencia.

Ocurre con la degradación de la capa de ozono, con el incremento de la temperatura debido al aumento de gases efecto invernadero en la atmósfera, con la cada vez más menguada provisión de agua dulce, el desbordado aporte de nitrógeno a ciclos biogeoquímicos, y más.
A pesar de no estar instalado en la vida cotidiana o el imaginario colectivo, ni social, ni político, ni cultural, la pérdida de biodiversidad es de todos estos problemas globales, efectivamente el proceso más reventado, que hoy por hoy sobrepasa todos los límites conocidos en la milenaria historia de nuestra Tierra, amenazando no sólo nuestra existencia, sino la de miles de otros seres con los que compartimos -y de los cuales dependemos- nuestra azul morada.

Pues tal como que existe la ley de gravedad y que la tierra no es el centro del universo, las ciencias han demostrado que humanos y naturaleza, gente y océanos, científicas y su entorno, pueblos y su patrimonio natural, confluyen en un mismo sistema: donde lo ecológico y lo humano conforma un entramado socio-ecológico, que es a la vez complejo, indivisible, cambiante-histórico, y por sobre todo diverso.



Se manifieste a escala global distinguiendo biomas, ecoregiones, razas o pueblos; o se haga patente a escala local, en la forma de un prístino fiordo patagónico, un degradado bosque de tamarugos, o un escuálido chorrillo veraniego en los faldeos precordilleranos santiaguinos...

La verdad última es que SOMOS, gracias a que existe naturaleza. Millones de seres vivos no humanos –la biodiversidad- entrelazados con comunidades variopintas, conforman una red y producen todo lo que necesitamos para nuestro bienestar y disfrute, desde el oxígeno y agua dulce, hasta alimentos, medicinas, materias primas, fertilidad de suelos, control natural de pestes y enfermedades, belleza escénica, entre muchos otros.

Sea en formato de individuos desdentados, comunidades indígenas, grandes empresarios, compañías, sociedades científicas, Estados, economías locales o globales- los humanos no podemos SER, ni menos aspirar a prosperar a espaldas de natura.

Siendo las casusas de la pérdida de biodiversidad variadas, incluyendo factores muy bien conocidos por el mundo de la ecología –como degradación de hábitat, arribo de especies invasoras, enfermedades y más (el cuarteto maldito, como se le llamó alguna vez, hoy incrementa su número por la adición de nuevos flagelos como cambio climático)- sus consecuencias más profundas restan todavía por ser conocidas.

Es este, efectivamente, el mayor problema global y social que enfrentamos hoy como humanidad. Aunque ubicuo, se diferencia de lo que ocurre con la acumulación de CO2 en la atmósfera, -que dada la naturaleza de la molécula de dióxido de carbono: que es igual en cada rincón del universo y por lo tanto permite intercambio de emisiones por captura sin problema entre diferentes partes del globo-, la pérdida de biodiversidad erosiona patrimonio singular.

Pues la vida se manifiesta en una infinita variedad de formas, relaciones, procesos, que se empaquetan bella, lúdica y dinámicamente en decenas de miles de millones organismos, que todos en conjunto y por separado, ejecutan las danzas de la vida en escenarios diversos y cambiantes, al complejo son de la ecología y la evolución, por lo que su desaparición –a diferencia de lo que ocurre con el carbono- es la mayor parte de las veces irremplazable. Más importante aun, dada la trama socio-ecológica, la degradación de natura deteriora no sólo sistemas ecológicos, sino identidad e integridad humana.

A pesar de ello, el cambio climático es la estrella sexy que acapara las luces de todos los problemas globales (y los fondos, y los discursos del mundo político). Que al ser comparada con la pérdida de biodiversidad, la hace aparecer como un tema difuso, promovido y perteneciente a un mundo de jipis ecologistas.

En calidad de tal -de jipi digo- desde hace un poco más de una década, trabajo asociada a la ONG de conservación de biodiversidad más antigua del mundo –WCS. Con base en la ciudad de Nueva York, y distribuida en más de medio centenar de países, es reconocida por su demostrado desarrollo, diseño y uso de las ciencias de la conservación, las que despliega en cientos de proyectos en aquellos sitios de nuestro globo donde se concentra cerca de la mitad de la biodiversidad del planeta: los trópicos, las altas latitudes boreales, los australes mares de Patagonia.

Muy joven comparada con otras ciencias establecidas en los albores de nuestra civilización (como referencia consideren que recién en el año 1978 se utilizó por primera vez en una conferencia científica la palabra biodiversidad), la conservación es un espacio que recién comienza a desplegarse.

A diferencia de otras ciencias duras y altamente respetadas (¡como la biología celular por ejemplo!), la conservación tiene un mandato claro e ineludible: enfrentar, para idealmente reducir, retrasar o revertir, el patrón de pérdida de biodiversidad que cubre nuestro globo.
Dado el brutal deterioro de su objeto de estudio, la conservación es una ciencia de emergencia y de acción. Y debido a su presencia ubicua e idiosincrática, su naturaleza cambiante, su manifestación en multiescala, y la profunda, directa y difusa relación que la biodiversidad establece con las sociedades humanas, la práctica de la conservación necesariamente requiere de la participación de una enorme multiplicidad de actores. Especial, pero no únicamente, de las ciencias.

Desde hace poco más de una década, dirijo el mayor proyecto de conservación de biodiversidad existente en Tierra del Fuego (suena rimbombante…pero como todo en Chile, termina finalmente siendo discreto), cuyo corazón tangible es el Parque Karukinka.

Un lugar donde la vida terrestre como la conocemos, casi toca a su fin, para adentrarse en el frío océano sub-antártico y dar paso a la maravilla que es la vida marina, en uno de los océanos más diversos, hermosos y productivos del mundo: el mar Patagónico. Allí, en los confines de nuestro continente americano, se entrelazan de manera natural océanos Pacífico y Atlántico, un encuentro de dos mundos tan feroz como permanente. Una metáfora tangible de los encuentros que motivan y reflejan mi trabajo diario en estas lides de la conservación. 

Permítanme detenerme por un segundo en el Seno Almirantazgo, una lengua de mar que se adentra en el corazón mismo de Tierra del Fuego…
Un singular fiordo patagónico que es un emblema de lo que ocurre en cada rincón de los más de 84 mil kilómetros de costa Patagónica: donde mar y tierra se unen, para sostener la fría danza de la vida marina fueguina: elefantes, 
pingüinos, albatros, y otras muchas criaturas menos conspicuas, pero más sabrosas.

Se encuentra rodeado por las montañas del Parque Karukinka y la Cordillera de Darwin en el Parque Nacional Alberto de Agostini, conformando un espectacular anfiteatro austral, en el que esperamos montar la mejor obra de conservación y sustentabilidad de todos estos mares australes.

Pues luego de años de meticuloso trabajo: inclusivo, anclado en el territorio, informado con la mejor ciencia disponible, fue declarado ayer como Área Marina Protegida, la primera en su tipo para Tierra del Fuego. (APLAUSOS!).

Constituyen Karukinka y este Seno, un gigantesco y verdeazulado laboratorio natural, que venimos utilizando para experimentar y poner a prueba ecuaciones de manejo de ecosistemas    como los mayores y mejor conservados bosques templados que existen en el mundo a esa latitud, de gobernanza, como por ejemplo los arreglos que nos permitan gestionar el control de la invasión de castores, la mayor amenaza que afecta los bosques de esta parte del continente;  o administrar la conservación de aquel valiosos y maravilloso Seno, de investigación, que nos permita diseñar herramientas efectivas para restaurar estos ecosistemas degradados o recuperar especies de valor comercial,  de educación, que nos entreguen luces sobre cómo involucrar y catalizar la participación de comunidades locales y globales, doctas y legas, en estas y otras materias de conservación ¡y más!  Aspirando a informar de mejor manera y más certeramente nos sólo la conservación de estos parajes, sino inspirando a otros a conservar los propios.

Dentro de este esfuerzo ellas –las ciencias-, con su batería de herramientas de diseño y búsqueda de explicaciones, juega un rol fundamental sobre el cual dibujar, anclar y levantar la bandera de la transformación clamada por nuestro universo fueguino.
Mi marcha sin embargo, se encuentra a menudo con un mundo científico impermeable a su entorno inmediato, enclaustrado cual abades a los confines de su academia…, en el mejor de los casos con sus cabezas levantadas cual telescopios apuntando a la bóveda global de las ciencias, muy ligeramente vinculados con su entorno inmediato…sea natural… o sea humano.

Es en este espacio, y desde una perspectiva extremadamente egoísta –pensando sólo en la necesidad que demanda mi actividad de conservación- que reflexiono y considero que ellas –las ciencias, nuestras ciencias- precisan mirarse a si mismas, intentar responder el mandato que muy tempranamente le conminara Émilie du Chatelet sobre “saber lo que quieren ser”….en el contexto de degradación socio-ecológica más importante y ubicuo que haya enfrentado jamás nuestra humanidad.

Con los pies puestos al sur de nuestro sur, vengo observando a Chile desde aquel territorio marginal, desamparado no sólo geográfica, sino económica y socialmente. Constato que mis observaciones, que son hechas desde esta arista del quehacer científico y de nuestra sociedad, son una mirada muy alejada de los centros donde se concentra el poder y se moldea el “sentido común”, no sólo científico, sino social, económico, e incluso cultural.

Y traigo desde allí a Uaxactún, el que fuera el centro científico-religioso más importante del Mundo Maya. Es en ese sitio, en la región del Petén, el bosque más importante de Mesoamérica, donde se alzaba este observatorio, el mayor de la cultura maya preclásica y clásica, bastión indiscutido del poder político de dicho mundo, sostén del sentido común de aquella época.

Como en el antiguo Egipto o en Babilonia la Grande, sirviéndose de la ocurrencia de eclipses, períodos de sequías, plagas, y más, la ciencia astronómica maya constituía uno de los pilares principales sobre los que se alzaba el poder político-religioso dominante.
Tal “Poder” era el fundamento de un sistema político-social omnisciente, hegemónico, inicuo, vertical, y a la vez extremadamente productivo, capaz de mantener y abastecer a una población numerosa. Las ciencias formaban parte de dicho poder, alimentando la construcción de un “sentido común” que pocas veces tenía sentido para el común de la población…, que le servía de alimento y sustrato.

Tal como ocurre hoy en día en múltiples rincones de nuestro globo, el bienestar del pueblo Maya comenzó a declinar producto de degradación ambiental, incluyendo pérdida de bosques, de suelo, presencia de sequías, con impacto en los arreglos sociales que cimentaron y conformaron dicho imperio.

La fuerza de la realidad golpeó la puerta de este “mundo feliz”, cuestionando una y otra vez el “sentido común” instalado en dicha sociedad. Y aquel “Poder” que lo generaba demostró ser inepto para reconocer su golpeteo, y para descifrar la miríada de señales ambientales que afloraban por doquier. A la vez que su bastión científico permaneció como su aliado en silencio.

Fueron, por ende, incapaces de reaccionar oportunamente. Como sabemos, el proceso de desconocer esa realidad, de quebrar aquel “sentido común”, culminando con el colapso definitivo de dicha civilización.

En Chile muchas señales han sido enviadas…como ejemplo comparto unas pocas constataciones estadísticas: 
- En la zona central de Chile, donde vive el 80% de nuestra población, en 30 años se ha perdido casi el 45% de la cobertura del bosque mediterráneo…nada más ni nada menos que la matriz que nos nutre y da sustento…
Esta pérdida de bosque nativo, se prolonga de manera metastásica en la interrupción de funciones ecológicas y de servicios como producción de agua, suelo, medicinas, identidad y valoración cultural.

- Como producto de malas prácticas ganaderas y agrícolas, y más, tanto históricas como presentes, se ha producido una pérdida de casi el 50% del suelo fértil en Chile...en algunas regiones como Coquimbo, este porcentaje se empina por sobre el 85% de pérdida.

Esto ha tenido un impacto directo en la productividad agrícola, la interrupción de ciclos naturales de agua, disrupción de patrones de sedimentación de ríos y costa, de ciclaje de nutrientes, de regeneración de cobertura vegetal, impactando de lleno en la generación y mantención de trampas de pobreza.

- Debido a la sobreexplotación, o al mal diseño y manejo pesquero y de las políticas públicas que deberían regularlo, y más, constatamos el agotamiento del 75% de las pesquerías chilenas, el servicio ecosistémico marino de mayor valor para gran parte de nuestra sociedad.
Las consecuencias sociales y económicas de esta degradación natural son de una envergadura innegable, y estallan con mayor poder que minas navales a lo largo de nuestra costa. (¿Recuerda alguien del sabor del jurel fresco?)

Nuestro sistema socio-ecológico está enviando estas –y muchas otras- señales…Y yo me pregunto ¿Quién está allí para recibir e interpretar estas señales y actuar en consecuencia? ¿Quiénes pueden ayudar a entender, diseñar y catalizar soluciones? Con seguridad son muchos, pero entre todos ellos destacan las ciencias.

A diferencia de aquella Mesoamérica que mencionaba al comienzo, la percepción e interpretación de nuestro mundo actual hace imprescindible un acercamiento de las ciencias no sólo a su entorno social de común poco estridente, para abrirse asimismo a la dimensión natural, que no tiene voz, pero que habla a gritos a través de desastres naturales, de degradación de patrimonio, de erosión de identidad y bienestar.

Varios siglos después de Uaxactún, en otro espacio socio-ecológico, en una sociedad transformada y transformándose de modo incesante, es indispensable repensar, rediseñar y poner a prueba nuevas relaciones entre las ciencias y el poder, pero por sobre todo entre las ciencias y sociedad.

Es necesario transitar desde estructuras cupulares y aisladas de ciencias, que funcionan en la práctica ciegas a una naturaleza sobre-demandada y sobre-explotada, y sordas al clamor social, hacia estructuras y personas de las ciencias dotadas de visión y herramientas adecuadas que le permitan no sólo monitorear y alertar por demandas específicas, sino hacerse socia y parte en la construcción de una nueva sociedad, y como dice Latour torcer con ello el mal instalado “sentido común”.

Este es el primer aprendizaje que brota del confín del mundo: la necesidad de las ciencias chilenas de derribar aquellos muros –físicos, mentales, sociales, culturales- que se empeñan en constreñir la actividad científica dentro de estrechos centros de conocimiento y poder…de echar abajo aquellos guetos que concentran la elite del conocimiento, abriendo fisuras por donde pueda escapar la luz que trae consigo el conocimiento científico, tocando más allá de si misma y sirviendo de ungüento en la cura a los problemas complejos que hoy nos achacan como sociedad.

Y donde científicas, ya no como entes iluminadas y aisladas, aliadas o cómplices del poder ciego, puedan aportar como socias en la construcción de realidades compartidas y más amables.

Siendo del Siglo Pasado, trabajando en el confín del universo, desplegando una práctica científica rara y desconocida para esta audiencia y para la sociedad en general…

Desde esta lejanía tempo-espacial miro el Programa de Esta Reunión y me pregunto dónde está la pregunta que les permite hurgar el destino de nuestras ciencias? Más aún, me pregunto dónde se esconde la reflexión del por qué debemos pensar en tal destino? Desde la lejanía tampoco soy ciega a la fuerte demanda y presión que hoy resiente la actividad científica…especialmente la de las jóvenes….

Pero a pesar de ello les traigo hoy una dolorosa reflexión, la que caí en cuenta cuando hace poco pude asomarme al trabajo de Hanna Arendt. En uno de los artículos más duros que se hayan producido en torno al horror del holocausto judío, se encuentra el ensayo elaborado por esta filósofa alemana, quien luego de escapar de la Alemania Nazi, se instaló en la ciudad de New York donde desarrolló su carrera académica.

Corría el año 1960 y Arendt fue contratada para seguir el juicio de Adolf Eichman, un reconocido jerarca nazi escondido en la postguerra, quien fuera encontrado por cazadores de nazis en Argentina, y llevado a Israel para enfrentar un juicio por el genocidio judío y crímenes de lesa humanidad.

Arendt indicó que durante todo el juicio, Eichman insistió una y otra vez en su inocencia, argumentado en su defensa que sólo cumplió con la tarea que le fue encomendada por su jefe, el Führer. Aquella tarea era la de llenar vagones de tren… con personas. Sin preguntarse nunca por el destino de aquellos trenes atestados de carne humana, Eichman realizó esta tarea de una manera muy eficiente por años.

Dentro de esta eficiencia, sin embargo, Eichman nunca levantó cabeza para escudriñar su entorno. Para él, todo se trataba de celo y eficiencia, de ascender en su carrera profesional, y nunca se dio un espacio para reflexionar sobre las consecuencias de tal eficiente actuar. Todo esto impidió que Eichman pudiese desarrollar un sentimiento de «bien» o «mal» en el que pudiese anidar sus actos.

A diferencia de la mayoría de las personas que asistieron a su juicio, las que juzgaron a Eichman como un monstruo, Arendt consideraba que actuó de la manera que lo hizo, no porque estuviera dotado de una enrome cuota de maldad, sino porque actuó como un funcionario, una pieza u operario más dentro de una máquina o sistema de exterminio, al que nunca puso en cuestionamiento.

Y denominó dicha forma de accionar como la “Banalidad del mal”, término que acuño para referirse a aquellos individuos que actúan dentro de las reglas de los sistemas a los que pertenecen, sin preocuparse sobre el origen de dichas reglas, ni mucho menos de las consecuencias de sus actos. Arendt realiza desde allí un llamado a reflexionar sobre la complejidad de la condición humana y estar alertas para evitar el desarrollo de este tipo de conducta.

Es este mismo llamado el que creo hace eco hoy día en relación a nuestras ciencias. Y toca no sólo a aquellas comunidades de investigadoras jóvenes que día a día intentan abrirse paso en un mundo cada vez más estrecho y demandante, sino a agencias, empresas, comunidades, y más, todas y cada una conformadas por personas, que pueden o no reconocer que sus actos y las consecuencias de sus decisiones no ocurren en el vacío, sino que tienen alcance más allá de sí mismas.

Reconocer que cada proceso y toma de decisiones, de definición de prioridades, se insertan en espacios socio-ecológicos específicos, con los que se relacionan e impactan, y por lo tanto mandata a la reunión de visiones, la coordinación de acciones, la integración de decisiones y el seguimiento de cada vagón –atestado con quién sabe qué política de ciencias, qué prioridades de investigación, qué alianzas estratégicas- que comienza a abandonar su andén hacia algún destino desconocido.

El proceso de renovar las ciencias, requiere de aceptar, fomentar, fortalecer conexiones entre actores diversos de la sociedad, para lo cual como mandata Arendt, es preciso levantar nuestras cabezas y alejar las ciencias de la banalidad.

Es importante mirar más allá de nuestro propio quehacer, y del mandato de eficiencia o productividad impuesto por tal o cual agencia de financiamiento. Sea en un gran o pequeño centro de investigación, en alguna posición Funcionaria del Estado, como Gerenta o promotora de un emprendimiento, como líder o “esclava” de un grupo de investigación, o formadora de nuevas profesionales…el nuevo camino precisa mirar desde dónde vienen las prácticas que realizamos, y sobre todo hacia dónde se dirige y queremos dirigir el resultado de nuestro actuar. Desde dónde viene aquel tren, y especialmente hacia dónde se dirigen esos vagones atestados de inocentes.

Más aún, el conocimiento organizado de las ciencias, custodiado y alimentado por el pensamiento, según Arendt comienza y termina en la contemplación. Es en esa pasividad –no actividad- contemplativa, donde el pensar se transforma en saber y aquello que pensamos cobra sentido.

Pero dichos pensamientos son en realidad un medio para alcanzar un fin, el que tal como indica Arendt, dicho fin está determinado por la decisión de qué vale la pena conocer y hacia dónde es menester empujar nuestros pensamientos. Al final del día dicha decisión no es puramente científica.

El llamado hecho por Chetelet en el siglo 18 repica entonces más fuerte hoy día, y debiera tañer frente al quehacer individual y colectivo de todas las ciencias chilenas: ¿qué es aquello que queremos ser, dónde está aquel lugar al que queremos llegar?

Esta pregunta es clave. No es marginal a espacios societarios como este, o centros de estudio, o a universidades…Tampoco es un cuestionamiento que sólo podremos hacer en espacios de ocio (¡como si ellos existieran para nosotras!).

Estas debieras ser LAS preguntas que nosotras como científicas debemos abordar…donde quiera que estemos…por el momento que allí permanezcamos, ¿pues si hoy nos permitiésemos levantar cabeza, re-visitar nuestro futuro como sociedad y el futuro de nuestras ciencias, considerando los contextos de degradación que enfrenta nuestro mundo actual, el nivel de desarrollo de las ciencias a escala global, lo aprendido de Uxactun, lo reflexionado por Arendt, si pudiésemos actuar hoy conociendo precisamente el futuro que deseáramos tener….no sería lo deseable y correcto hoy caminar el exacto camino que nos llevase hacia ese futuro?

En Chile, tengo el gozoso sentimiento que esta búsqueda ya se ha echado a andar…tiene formas que buscan su forma, en tonos de grupos más o menos diversos, en conversaciones más o menos conectadas, que aunque aún estén atadas a cuestiones más o menos “pedestres” como contratos o becas, pueden enriquecerse lo necesario para llegar a moldear el corazón de las preguntas clave que dirigirán nuestra ruta.

No sólo como personas individuales, sino como colectivos humano-naturales intentando navegar las aguas de la globalización, en un mundo cada vez más arruinado. Mi presencia en esta asamblea, y previo a mi Lautaro Núñez, Juan Carlos Castilla y más, son una muestra de esta activación. Lo cual celebro y agradezco.

Según el Nobel Bertrand Rusel, la Buena vida y por añadidura- la buena ciencia, está inspirada en el amor y guiada por el conocimiento. El amor ignorante, o el conocimiento carente de afecto no es capaz de producir tal buena vida…ni a nivel personal, ni mucho menos colectivo.

Aquel olvidado sentido común indica que sólo se ama lo que se conoce, y la mayor deuda que siento tiene Chile y sus ciencias, es la de conectarse consigo mismo. Sus gentes. Su naturaleza. Esta es una deuda en la que las ciencias, el mayor motor de conocimiento que haya conocido la humanidad, son quizá la pieza fundamental para avanzar en este camino de auto-conocimiento.

Y la fuerza de su empuje dependerá de la inspiración, que se alimenta a raudales cuando toca corazón y belleza.

En el transcurso de mi carrera he tenido la oportunidad y el privilegio de conocer gran parte de nuestro territorio, sus ecosistemas y sus gentes. Parte por formación, parte por curiosidad, parte por sobrevivencia, me he montado a caballo, mula, macho, jeep, avioneta, helicóptero, lancha, barco, crucero, chalupa y más, pudiendo a lo largo de los años acceder a los rincones más magníficos que dan identidad a nuestro país.

Tal como se acumulan los relatos de un libro de aventuras, mi formación y trabajo como ecóloga me han permitido conocer de primera mano desde las cercanías de Visviri hasta el mismísimo Cabo de Hornos, tanto en su superficie como bajo del agua, desde el Altiplano hasta las babas del océano pacífico que bañan las intrincadas costas de Patagonia.

He podido palpar nuestra naturaleza, la humana y la otra, ambas sustrato inescapable de la ecología y la conservación chilena, y he podido amar cada una de sus manifestaciones:
Asombrarme en el norte con los ecosistemas alto andinos, la tola, lagos y salares, escuálidos bosques de tamarugo, vegas prodigiosas, que aunque sobrepastoreadas y desecadas producto de su utilización de miles de años por comunidades e industrias variadas, conservan aún el resplandor que emana la vida en el medio del desierto.

Sobrecogimiento al experimentar la glamorosa y rara vida del desierto florido, con sus decenas de ex-tímidas flores asomando impudorosas en el pardo fondo del lienzo nortino. Un despliegue lamentablemente poco frecuente de colorido chilenismo.

Asombro y excitación al recibir el rocío que escurre de hojas de lingues y bellotos…sentir la historia milenaria de estos remedos de gloriosos bosques pasados, en su profunda y cada vez más rara fragancia. Constatar la precaria existencia y el valor de estos tesoros esmeralda, a pasos de las más grandes urbes en Chile central, invisibles a la mayoría. Pensar que bosques como estos, cubrieron y dieron vida por milenios al Chile primigenio, y que hoy están perdidos, tal como parece haber perdido su rumbo nuestro país.

¿Qué más puede pedirse a la vida, cuando una ha sido regalada con la caricia del viento fresco en la cara (y en la mente), mientras se navegan fiordos de belleza suprema, y se escucha el revoloteo de toninas, pingüinos, albatros y cormoranes, los que danzando alrededor escoltan con desmerecida generosidad, el paso de nave y civilización?

¿Qué otro mejor momento puede ser vivido, que aquel que te permite contemplar un horizonte sin frontera, de rojo y verde-amarillo bosque en Tierra del Fuego, en el Valle La Paciencia en otoño, mientras se experimenta un extraño paisaje denudado de gente, colmado de espíritus humanos desaparecidos?

Un augurio del futuro por venir…en un mundo donde todavía el valor de nuestra naturaleza, de nuestra biodiversidad, de nuestro patrimonio natural, es desconocido e invisible.

Es este camino de conocimiento el que nos lleva al enamoramiento, ¡porque nuestro país, es bello! Y las invito a todas a salir a su búsqueda! No es casual que su sola presencia haya incubado la más sublime manifestación humana nacional, hecha carne en los nóbeles Mistral o Neruda….

De manera especial para las ciencias, es importante recalcar que el regocijo de la belleza natural criolla sólo es comparable al nivel de su extravagancia…poseedor de una historia biogeográfica particular, la biodiversidad chilena, moldeada a mano por milenios en la rugosa arcilla cordillerana, o la abisal fosa marina, agarrada como ha podido en el lecho de sus torrentosos ríos cordilleranos, ha resultado pródiga en rarezas.

Especies en espacios singulares, que esperan ser tocadas por el ojo busquilla de la científica del Chile actual, que pueda dar con un símil del axón de jibia para este siglo XXI, que pueda sumar no sólo al degú –aquel roedor nativo y endémico- como modelo para el estudio de Alzheimer, sino que pueda descubrir toda una nueva constelación austral de herramientas biológicas, hacerlas parte de su quehacer, levantándolas e insertándolas en las demandas de construcción de aquella nueva sociedad que Chile clama, y que el mundo necesita.

El desafío de la conservación de nuestro mundo nos une. No sólo como cuerpo de científicas, sino que nos abre la posibilidad de conectar con el resto del mundo. No desde la altura tradicional en la que se les posicionan o auto posicionan las ciencias, tal como ocurrió en Uaxactún, sino como un nudo más de la maraña humana, de la materialidad a la cual debemos moldear la artesanía más elegante y valiosa que haya podido crear nuestro universo.

Este proceso requiere de las científicas el levantar cabeza. De mirar más allá de su quehacer propio y de su mandato del momento. Sea como becaria, sea como académica en una universidad del mundo, sea como líder de un grupo de investigación o como formadora de nuevas científicas. Requiere mirar desde dónde vienen sus preguntas, y hacia dónde se dirige el resultado de sus investigaciones.

Requiere aspirar el aire que existe fuera de la burbuja burocrática de las ciencias, y sus perversos y miopes sistemas de financiamiento y calificación, para conectar con el resto del mundo.

Requiere, tal como lo reconoció Hanna Arendt alejarse de la banalidad. Y conectar. Enlazar. Sumar. Conocer. Mirar el todo. Preguntarse cuál es el destino de esos trenes atestados de papers, y dar la posibilidad a algunas de esas ideas, de esos aprendizajes, de esas miradas, de salir al mundo, de sumar a otras ideas, de impactar otros espacios, de abrir otros y nuevos procesos, de hacer saltar alguna chispa que pueda incendiar tanta falta de visión y entendimiento sobre nuestros sistemas naturales.

Las ciencias por definición están hechas para ser misiles a la banalidad. Abriendo oportunidades reales de avanzar en la comprensión y recuperación de la base viva de nuestro mundo.

Inevitablemente surge la pregunta de ¿Quién y cómo se puede hacer esto?
La realidad que me abofetea en todos los espacios donde me toca trabajar, es la enorme, gigantesca, abismante y ridícula carencia de biólogas. Son extremadamente escasas aquellas personas formadas en nuestra disciplina, conocedoras del ABC del mundo viviente, que se encuentran participando y liderado actividades en el mundo real, fangoso, así como desafiante que existe más allá de la academia.

Como las ciencias no son entelequias incorpóreas que levitan la superficie terrestre, la marea biológica sólo puede ser impulsada por las contenedoras humanas de las ciencias. Una versión particular de la utopía que Ray Bradbury describiese en Farenheit 451, en donde frente a una humanidad desquiciada que prohibía la existencia de libros, los relatos literarios fundamentales de la sociedad, eran custodiados y promovidos por libros humanos.

Tal como aquellos libros de carne y hueso, somos nosotras, biólogas de ayer, hoy y mañana, las que tenemos la oportunidad de conectar al mundo con las ciencias, y con natura. Somos una opción cierta para guiar la búsqueda de conocimiento relevante que ayude a la restauración nuestra naturaleza afligida, y que permita comenzar a hilar una nueva relación del ser humano con su entorno, que es finalmente su ser propio.

Y me dirijo ahora, como lo he hecho a lo largo de todo este soliloquio a las científicas, con el objetivo explícito de llamarlas a ampliar la voz de las ciencias! Que fue decidida por quién sabe quién y quién sabe cuándo, haciéndola hasta ahora sólo masculina.
Pues bien…al momento que imaginamos el futuro de nuestras ciencias, habremos logrado materializar dicho porvenir …y como consecuencia de ello trazar nuestro camino. Y declaro sin duda alguna que aquella ruta es femenina.

A estas horas de la noche…cansadas como estamos, recuerdo a Jorge Teiller, y comulgo con su “Canción cantada para que nadie la oiga, que es la esperanza de que esto cambie”...
No voy a profundizar en la enorme degradación que para las mismas ciencias ha tenido la exclusión, negación y el ninguneo de las mujeres a lo largo de su historia, así como el impacto positivo que su incorporación y promoción puede tener para países del Sur en términos de su crecimiento, desarrollo y bienestar social.

 Tampoco ahondaré en las archiconocidas y siempre diminutas cifras que demuestran la sub-representación de las mujeres en ciencias, explicadas por numerosos e “invisibles” factores (no hay peor ciega que la que no quiere ver), tanto estructurales como otras, que reproducen en el ámbito de las investigaciones, las desigualdades de género que han marcado a fuego la historia completa de nuestra humanidad.

La realización humana llega a su cima cuando el individuo es capaz de desplegar su potencial al máximo. El máximo de una Sociedad se alcanza cuando colectivos pueden desplegarse en su total magnitud….el potencial de la ciencia nacional, hasta ahora cercenado de su fracción femenina, contenido en decenas de cientos de científicas jóvenes, listas para expandirse y aportar a la re-construcción de nuestra truncada sociedad, merece con fuerza ser desplegado.

Tradicionalmente han sido los resultados de nuestras investigaciones la única cara visible del quehacer científico. Y ellos –en teoría- no discriminan por género. Cual ápices de un iceberg, muestran una mínima fracción de lo que verdaderamente significa hacer ciencias.
Por motivos que son muchos y desconocidos, a la vez que profundos, hemos hecho un esfuerzo por mantener fuera de la ecuación de las ciencias, aquel componente más relevante para su concreción: la parte humana. Como si las investigaciones fuesen realizadas por entes hueros, carentes de corporalidad, de historia, privados de necesidades sociales, familiares, culturales, financieras, despojados de apetito.

Como si esas personas levitaran en un espacio social llano y libre de baches. ¡Qué más alejado de la lógica de las ciencias, la planificar intervenciones y desarrollos echando bajo la alfombra tanta información relevante!

Pues la verdad es que las ciencias y sus investigaciones, sólo pueden ocurrir si existen personas que las lleven a cabo. Y cada una de ellas, y la suma de todas juntas, son la parte hundida del iceberg que puede o no generar dicha publicación, que puede o no sentarse en tal o cual comité, que puede generar y sostener un programa de postgrado, que puede ampliar el reconocimiento e integración de las ciencias en una región, y ciertamente que puede tomar lo mejor de dicho conocimiento para aportar a la construcción de un mejor mundo común.

Pienso que las ciencias tienen una deuda con esa sumergida porción, pues ofrece escasas oportunidades de bucear para escudriñarla, menos aún de tocarla, y por ende limitadas opciones de compartirla.  

Como lo expresara magistralmente Paul Eluard, cuando constata que “hay otros mundos, pero están este”, todas tenemos historias (algunas de hecho ya somos historia…) que merecen ser contadas. Escuchadas. Promovidas, pues ya conforman ellas el camino que habremos recorrido para llegar al futuro que ya está entre nosotras.

Y en especial soy una convencida que son nuestras historias como científicas, las únicas capaces de dar cuerpo, moldear, y sostener el nuevo cuerpo que requieren las ciencias y la transformación de nuestra sociedad.

Cuánto valor hay acumulado en cada una de las trayectorias de las científicas! Qué debió suceder para que una joven estudiante llegase a elegir el camino de las biologías, que pudiese acceder a formación básica razonable en algún pregrado de la nación, para luego moverse donde quisiera o pudiese hacerlo, para profundizar dicha formación en algún Doctorado enjundioso.

Cuando vemos papers o trabajos, sin embargo, no mostramos ni damos a conocer dichos testimonios. Y colegimos por lo tanto que no son relevantes para definir nuestro destino en el mundo de las ciencias.

Y lo que es más importante aún, pensamos que no son relevantes para las futuras científicas. Para aquella niña curiosa que juguetea con chanchitos de tierra o colecta conchitas escapándole a las olas del litoral central…Cuando en realidad es justamente lo contrario.

Elaborar, conocer y promover dichos testamentos de vida, es parte clave del proceso de poner la voz y la carne femenina de sus protagonistas en la mente y el diseño de las ciencias nacionales. Cada una de algún modo, resultado de un improbable viaje emprendido, con quizá que motivación, que cada pequeña y gran científica ha realizado.

En un continente y especialmente en un país como Chile, carente de promoción de las ciencias, con ridícula inversión en estas materias, con escaso conocimiento y valoración social efectiva del quehacer y reconocimiento de las científicas, con escasa posibilidades de que esta ruta nos genere bienestar monetario, me sorprendo preguntándome qué nos mueve y mantiene en este camino...
qué hace que la disfrutemos, aunque sudemos la gota subiendo cerros, perdiendo el sueño y tanta fiesta familiar. ¿Qué anima y alimenta la llama de las ciencias en cada una de nosotras? Que justamente por ser mujeres, es una llama el doble de poderosa que aquella otra.

Ese fuego es el que permanece invisible cuando sólo compartimos la data. Un fuego fatuo, que poco o nada devela el singular, valioso y potente derrotero que nos ha permitido desplegar lo improbable. Hay un gigantesco valor allí. Que realza y debe ser mostrado, cada vez que una mujer hace ciencias. Una obra docta desplegada palmo a palmo por cada artesana de su propia vida. Y que al comenzar a compartirla, puede acercar la materia prima de las ciencias a otras como ella.

Estas historias que se vienen tejiendo en los cuerpos de doctorantes, post-doc e investigadoras, o por gente como yo -outliers de las ciencias-, son cada una, una ruta por construir, y todas juntas una red por tejer.

Somos fuerza nueva, numerosa, creativa, apasionada, preparada. Decidamos hoy nuestro futuro, y recorramos juntas la ruta que nos lleva exactamente allí donde sabremos queremos ir. Marquemos la diferencia, torzamos la mano de la historia que hasta ahora conocemos. No sólo por nosotras, sino por todas nuestras compañeras!
Muchas gracias!

 *Conferencia Presentada en la XXXI Reunión Anual de la Sociedad de Biología Celular, Puerto Varas, 2017